La reconstrucción familiar.
En otro de esos interrogantes producto de una distancia cultural considerable, desde nuestra periferia no podemos más que preguntarnos qué le ven los anglosajones a Annie, una suerte de emblema de los relatos infantiles y los musicales en general. La puesta original de Broadway data de 1977 y desde entonces ha cosechado un éxito sorprendente a fuerza de brindar una versión accesible -y un tanto berreta- de la arquitectura narrativa de los trabajos de Charles Dickens. Si bien la obra estaba basada en una historieta de Harold Gray para periódicos, con una importante carga de crítica social acorde a la ambivalencia del “americano promedio”, el musical se centró en el esquema seudo chaplinesco del huérfano.
Así las cosas, la primera adaptación cinematográfica fue la de John Huston de 1982, una propuesta bienintencionada aunque fallida que esquivaba el canon de la época vinculado al Nuevo Hollywood para retomar un clasicismo ya ampliamente superado por aquellos días. La segunda traslación de 1999, realizada para televisión por Rob Marshall, sin duda un futuro especialista en el género, corrigió algunos problemas en cuanto a las actuaciones y las coreografías pero tampoco constituyó un progreso sustancial, sobre todo porque el material de base -de por sí- siempre fue bastante anodino. Este panorama permanece inmutable en Annie (2014), el tercer ensayo en la cosmología de las familias fragmentadas.
Hoy las transformaciones no son sutiles y supuestamente obedecen a un aggiornamiento que desplaza la acción de 1933 al presente: Annie ya no es más una nena pelirroja sino afroamericana, el millonario Oliver Warbucks ahora se llama Will Stacks y para colmo nos topamos con un puñado de canciones nuevas. La trama en esencia sigue siendo la misma e involucra la adopción por un tiempo limitado de la señorita del título por el magnate, quien en esta oportunidad desea convertirse en alcalde de New York, en función de lo cual planea sacarse fotos con la huérfana con vistas a mejorar su imagen pública (luego de salvar a la niña de ser atropellada por un auto y que el video correspondiente se propagase por la web).
Muchos personajes secundarios desaparecieron debido a que la historia está apuntalada en la dinámica entre la protagonista y Stacks, interpretados con solvencia por Quvenzhané Wallis y Jamie Foxx. Inesperadamente aquí brilla Cameron Diaz como Hannigan, la cabeza del hospicio en donde residen Annie y sus amigas (no sólo acumula las líneas de diálogo más hilarantes sino que se luce con su histrionismo y belleza, dejando en el olvido las comedias patéticas de los últimos años). Con un fuerte énfasis en la percusión hiphopeada y una reconversión hacia el pop descafeinado para adolescentes, el film no pasa vergüenza pero carece de un verdadero villano que impida esta reconstrucción/ unificación familiar…