Más pobre huerfanita que nunca.
Remakes innecesarias no son, lamentablemente, una rareza. La de Annie, el musical ambientado en los años de la depresión cuyo encanto muchos de sus admiradores habrán considerado inagotable, es además bastante inexplicable. Salvo que se la haya concebido teniendo en cuenta la química que podía establecerse entre Jamie Foxx y la pequeña Quvenzhané Wallis, la prodigiosa "niña del sur salvaje" que hace un par de años estuvo cerca del Oscar. En ese terreno los responsables del film no estuvieron del todo despistados: esa química se produce en buena medida y es, seguramente, lo más rescatable de una película que falla en casi todo lo demás.
Primero y principal, en la adaptación, forzadamente traída a nuestros días sin nada que lo justifique, salvo que se haya pensado en acercarles a las nuevas generaciones este clásico del musical, que ya tuvo dos versiones (la de John Huston de 1982 y la de Rob Marshall hecha por Disney para la TV, ambas bastante cuestionadas por la crítica, pero con todo superiores a la actual).
La famosa huerfanita pelirroja es ahora una vivaracha negrita acogida que no pierde la esperanza de reencontrar a sus padres, aunque por el momento comparte vivienda con otros chicos abandonados como ella en un "hogar" regenteado por una malvada de historieta. Y el millonario, también afroamericano, con el que se tropieza en la calle y la toma bajo su custodia para utilizarla como prueba de su espíritu sensible y generoso, ya que está en plena campaña para la alcaldía neoyorquina, es el superpoderoso dueño de una de las mayores compañías de telefonía celular de la metrópoli. (Por motivos difíciles de determinar, el otrora Daddy Warbucks se llama ahora Will Stacks.) Y quizá para acompañar estas modificaciones y para "actualizar" la presentación de una historia que ha quedado bastante pasada de moda (además de desvencijada por culpa del guión, la chatura de la realización y la escasa imaginación de las sobreabundantes escenas musicales), un lavado rhythm 'n' blues predomina en la banda sonora sacrificando algunos números del musical original y agregando otros que poco contribuyen al atractivo del film, entre otros motivos porque tampoco abundan las buenas voces, con excepción de los protagonistas.
Rose Byrne, la asistente del magnate, está desaprovechada en un papel que, como casi todos, ha sido pobremente elaborado. Y cuesta encontrarles la gracia a las sobreactuaciones de Cameron Diaz y Bobby Cannavale.