Ninguna fórmula es infalible. Esta -entrecruzar múltiples episodios romántico-humorístico-sentimentales en torno de una fecha significativa y convocar para ponerlos en escena a un elenco de estrellas populares- tampoco. Si Garry Marshall lo creía, aquí está la prueba de su error. Como a cualquier fórmula, a esta que acaba de ser aplicada otra vez a la noche de Año Nuevo, también hace falta, como condición indispensable, aportarle alguna idea, una pizca de imaginación o de fantasía, cierta dosis de ingenio. De lo contrario, por mucho que se acumulen nombres famosos y aunque cada uno ponga su mejor voluntad, su empeño y su carisma, no hay cómo remediar un guión de tan alarmante chatura como el proporcionado por Catherine Fugate. Y mucho menos si en la dirección hay alguien como Garry Marshall, entre cuyos talentos puede figurar el buen oficio y algún olfato comercial (ya lo probó con Mujer bonita ), pero de ninguna manera la habilidad para sortear lugares comunes. Todo lo contrario: Año Nuevo es toda una colección de ellos, y tan completa, que hasta incluye los consabidos bloopers cosechados durante el rodaje para acompañar los títulos del final.
Es el 31 de diciembre, lo que quiere decir que cada uno tiene sus planes, la mayoría vinculados con Times Square, la cuenta regresiva y la tradicional bola iluminada que caerá a las 24 en punto. Varios personajes están directamente vinculados con el festejo: Hillary Swank, responsable de que no existan fallas; Jon Bon Jovi, que cantará en el escenario levantado por una disquería famosa; Katherine Heigl, a cargo del catering contratado por esa empresa; Abigail Breislin, que aguarda la medianoche para besar por primera vez a su joven festejante contra la opinión de Sarah Jessica Parker, su mamá, etcétera. En una clínica, hay dos parejas que "compiten" por ganar los 25.000 dólares con que se premia el nacimiento del primer bebe del año; también un enfermo terminal que sueña con poder ver el espectáculo desde la terraza y una enfermera abnegada que le hace compañía. Tampoco falta la parejita encerrada en un ascensor, ni los que prometieron volver a encontrarse hace exactamente un año, ni el fugaz romance de una secretaria decidida a cambiar de vida con un muchacho que podría ser su hijo. Hay más.
Si como comedia romántica humorística, el film resulta insulso, más penosas son aún las convencionales y cursis apelaciones a la emotividad. En fin, que todo el atractivo reside en las presencias estelares (nadie tiene demasiada oportunidad de lucirse, claro), y quizá, para la platea femenina, en algunos modelitos del vestuario.