Con un estreno exclusivo en el MALBA, se podrá ver durante este mes Años Luz de Manuel Abramovich, película en la que retrata a Lucrecia Martel en pleno rodaje de Zama.
“Nunca levanta la voz pero cuando habla todos la escuchan”, escribió Selva Almada en su último libro El mono en el remolino, las crónicas de su paso durante el rodaje de Zama, la última película de la salteña Lucrecia Martel. No obstante no fue la única persona que estuvo allí presente y cuyas experiencias transformó en arte. El documentalista Manuel Abramovich le escribió mails a Martel pidiéndole permiso para estar ahí y filmarla. Algo a lo que ella accedió a pesar de que explicitó su incomodidad. Este intercambio de correos se puede ver también en Años Luz y termina de dar forma a la figura de Lucrecia Martel, esa realizadora tan fascinante como enigmática.
Abramovich apuesta al registro meramente observacional, que requiere interés y paciencia. Y sin embargo resulta hipnótica, uno quiere seguir observando todo lo que pasa, cómo es que sucede. No necesita más que mostrarla en pleno rodaje, dando precisas indicaciones a sus actores, observando atentamente la escena a rodar, fumando un habano, escuchando con sus auriculares rosas lo que acaba de grabar, interactuando con la llama que termina robando cámara en su escena, o remando mientras fuma, otra vez, un habano. En su mayor parte, escenas largas y sin corte, como en su propia crudeza.
Si bien Zama fue la película que más le costó llevar adelante a Martel, el director de Solar no indaga en ninguno de esos aspectos de realización. No se inmiscuye, la observa y la escucha, con la misma atención que ella le pone a todo lo que hace. Así, apenas se la escucha decir cosas como “No quiero tener que ver eso en la posproducción. Porque yo no sé cuánta plata voy a tener para la posproducción”, o “No sean melancólicos. Hay que pasar a otra cosa”, para poder seguir filmando escenas.
Años Luz expone a Martel en su máxima esencia. Como la mujer meticulosa y obsesiva que es y dispuesta a hacer de su película lo que ella quiere hacer. Siempre de una manera serena y segura. Así, el film de Abramovich no es un detrás de escenas ni nada cercano a eso, al contrario, es un retrato sobre la realizadora a través de algunos momentos del rodaje de Zama, que pueden ser un ensayo, una grabación, el momento de maquillar a la actriz Lola Dueñas, o su reacción ante un avión que pasa y cuyo ruido les impide seguir rodando.