Claudel tras los pasos de Sautet
No todo es tan armónico y calmo como parece en el día a día de Paul, el cotizado y prestigioso neurocirujano protagonista de esta historia en la que se hace muy visible la influencia de Claude Sautet. Basta que un incidente bastante banal altere la cómoda rutina de este sesentón adinerado y exitoso para que en él y, consecuentemente, en quienes lo rodean la paciente y bella esposa de la que sigue reposadamente enamorado y el amigo y colega que parece inseparable de los dos se pongan en duda muchas de las que hasta ahora se vivían como certezas.
Lo que desencadena esta inesperada crisis existencial ni siquiera puede considerarse un trastorno. De un día para otro empiezan a llegar al elegante domicilio conyugal anónimos envíos de rosas rojas, casi al mismo tiempo en que una bella y misteriosa desconocida de 20 años (la sugestiva Leïla Bekhti), que se dice ex paciente del doctor, empieza a cruzarse repetidamente en su camino.
Esa súbita irrupción femenina no genera en el hombre un interés erótico, sino, en todo caso, cierta inquietud, como si de pronto sintiera tambalear su hasta entonces confortable vida cotidiana y la plácida felicidad hogareña se revelara repentinamente frágil ahora que están aproximándose al invierno de sus vidas.
Un titubeo en el pulso, un vago malestar interior, una sombra de alarma, cierta confusa irritación, son pequeñas señales de una turbulencia que de una u otra manera todos probablemente percibían pero preferían esconder o negar. Quizá les ha llegado la hora de preguntarse si el bienestar de que se han rodeado no los ha sumido en una especie de sopor, si han vivido realmente las vidas que soñaban vivir o si lo que creían felicidad fue apenas una larga y placentera modorra.
Con la ayuda de actores tan excepcionales en su economía expresiva y su elocuente contención como Daniel Auteuil y Kristin Scott Thomas, Philippe Claudel expone con una sutileza que es su mayor mérito, aunque a veces de tan extrema roza lo incoloro, el vacío de lo cotidiano: la rutina del cirujano hecha de la jornada en el hospital, los partidos de tenis con su amigo de siempre, las noches de ópera, la armónica convivencia con una mujer a la que ama pero con quien poco dialoga. Ella acepta y quizá compensa tanta parquedad con la atención que el fiel amigo, que la ha amado desde siempre en silencio, está dispuesto a prestarle. En los pocos trazos con que dibuja al otro personaje masculino (Richard Berry, otro gran actor), Claudel muestra claramente cuánto aprendió de Sautet para pintar "las cosas de la vida" aunque haga aquí cierto abuso de lo no dicho y no siempre llegue en Antes del frío invierno a la penetración psicológica del maestro de Un corazón en invierno y El placer de estar contigo.