Magnicidio y después
Estamos ante un thriller bélico sumamente desparejo que combina baches en la narración con un tema fascinante que daba para mucho más, sobre todo considerando que hablamos del único asesinato exitoso de un jerarca nazi durante la Segunda Guerra Mundial.
Y Sean Ellis continúa en una racha intermitente que siempre respeta la misma lógica: a un opus potable le sigue uno fallido y así sucesivamente. Para aquellos que no lo conozcan, vale aclarar que el director británico debutó con la interesante Despertando al deseo (Cashback, 2006), una comedia indie de impronta surrealista que le ganó muchos elogios en su momento, para luego patinar feo en El espejo roto (The Broken, 2008), un intento en el campo del horror psicológico que hacía agua por todos lados y a fin de cuentas resultaba muy soporífero. El asunto repuntó a posteriori gracias a Metro Manila (2013), otros de esos exploitations del catálogo de miserias tercermundistas -en línea con Slumdog Millionaire: ¿Quién quiere ser Millonario? (Slumdog Millionaire, 2008)- por parte de un mainstream anglosajón ávido de señalar las problemáticas que no quiere ver en sus propias sociedades.
Ahora bien, Anthropoid (2016), el trabajo más reciente de Sean Ellis, no llega precisamente para anular los rasgos erráticos de dicha cadena sino, en todo caso, para ratificarlos. La obra se propone recrear la operación del título, centrada en el asesinato en 1942 de Reinhard Heydrich, algo así como el “tercer hombre” con más poder durante el nazismo después de Adolf Hitler y Heinrich Himmler. Producto del Pacto de Múnich de 1938, en el que el Reino Unido, Francia e Italia acordaron cederle a Alemania los Sudetes, una formación montañosa que pertenecía a Checoslovaquia, las fuerzas armadas nazis ocuparon la región y terminaron de invadir la nación al año siguiente. La trama se focaliza en dos agentes del gobierno checo en el exilio, Josef Gabcík (Cillian Murphy) y Jan Kubis (Jamie Dornan), quienes llegan al país para matar a Heydrich, en esa época apostado en una Praga pavorosa.
Lamentablemente una vez más el realizador vuelve a explotar una de sus marcas registradas más insufribles, la de estirar las escenas sin necesidad y abusar de los instantes dramáticos a través de clichés que no agregan demasiado al desarrollo de personajes ni al suspenso en general. Si bien anteriormente fue entendible la introducción esporádica de momentos de dilación, en especial en Despertando al deseo y Metro Manila, aquí el relato reclamaba una narración más cercana a la angustia controlada de los thrillers y menos redundante en materia de la “vida cotidiana” en un período de ocupación bélica, un tópico que ya ha sido trabajado hasta el hartazgo -y con mejores resultados- en el pasado (también podíamos hallar esta suerte de ineficiencia retórica en su otra propuesta de género, El espejo roto, en la que los tics del indie y esa impericia para la tensión embarraban las buenas intenciones).
Lejos de la superior y formalmente similar Operación Valquiria (Valkyrie, 2008), de Bryan Singer, Anthropoid nos ofrece una primera mitad que sólo se sostiene por la actuación de Cillian Murphy y que para colmo divaga con detalles románticos en torno a la relación que el par de protagonistas entabla con dos mujeres que integran las filas de una resistencia checa malograda por los embates alemanes. Otro problema importante de fondo es que el ataque a Heydrich ya fue ficcionalizado antes en películas de -por ejemplo- Fritz Lang y Douglas Sirk, siendo todavía el mejor intento el encarado por Operation: Daybreak (1975). Hasta cierto punto los inconvenientes del guión de Sean Ellis y Anthony Frewin, un asistente histórico de Stanley Kubrick, terminan compensados por el gran desenlace en la iglesia, el “después” del magnicidio, aunque tampoco alcanza para rescatar al film de una medianía agridulce.