El lado soviético de la Luna
Visionar una experiencia “clase B” tan modesta como Apollo 18 (2011) genera un placer culposo que nos remonta a la infancia, esa época dorada en la que los prejuicios aún no estaban asentados y la imaginación lúdica habilitaba situaciones de todo tipo. Para los que lo hayan considerado durante aquellos años y para los que no, el esquema en cuestión sigue siendo el mismo: si uno va al espacio tiene que enfrentarse -por obligación- a alguna peste intergaláctica porque de lo contrario hablamos de un viaje insatisfactorio, de esos que compran los burgueses en plan de “superación cultural” o para gozar de las miserias ajenas.
Claramente el viejo y querido subgénero de los falsos documentales alcanzó su techo con Actividad Paranormal (Paranormal Activity, 2007), convite que llevó el minimalismo al extremo y por consiguiente señaló los límites específicos del found footage. Finiquitado en términos formales aunque no tanto en lo que respecta al contenido, como lo demuestra por ejemplo la excelente TrollHunter (Trolljegeren, 2010), el mockumentary ha ofrecido desde productos fallidos como El último Exorcismo (The Last Exorcism, 2010) hasta maravillas como El Diario de los Muertos (Diary of the Dead, 2007) del genial George A. Romero.
Hoy la historia nos presenta el pequeño calvario del Comandante Nathan Walker (Lloyd Owen), el Capitán Benjamin Anderson (Warren Christie) y el Teniente Coronel John Grey (Ryan Robbins), tres astronautas enviados en los ´70 en una “misión secreta” al satélite de la Tierra para montar un equipo de comunicaciones con el cual espiar a la antigua URSS o algo así: al recorrer la vasta superficie lunar descubrirán la verdadera agenda del gobierno estadounidense, por supuesto vinculada a un módulo soviético cercano, un cadáver de un pobre cosmonauta y fuertes indicios de la presencia de seres extraterrestres poco amistosos.
A pesar de que la propuesta se sumerge de lleno en un cúmulo de clichés quemados resulta innegable que entretiene -sin mayores pretensiones- debido a que privilegia el suspenso gradual por sobre los golpes de efecto y las escapadas gore. Sin llegar al nivel de Rec (2007) pero tampoco descendiendo al subsuelo de bodrios como Contactos de Cuarto Tipo (The Fourth Kind, 2009), el realizador Gonzalo López-Gallego y el guionista Brian Miller salen relativamente bien parados de la bizarra aventura de combinar El Proyecto Blair Witch (The Blair Witch Project, 1999) y la eterna Alien, el Octavo Pasajero (Alien, 1979).