El desamparo
Uno de los recursos clásicos del séptimo arte a la hora de narrar historias de crecimiento, madurez dolorosa o supervivencia bajo condiciones ásperas suele pasar por la invocación de la amistad entre seres humanos y animales, quienes muchas veces representan todo lo bueno de nosotros -de hecho, efectivamente lo condensan- y por ello mismo las cruzadas que los protagonistas encaran en pos de defenderlos o liberarlos se convierten en misiones tan angustiantes, tan porfiadas, porque la crueldad del mundo de los homo sapiens por lo general no aminora su marcha ante nada y así los ataques contra la vida que nos rodea adquieren la forma de ataques contra nuestra faceta más bondadosa, más benigna, a la que no le importan las justificaciones maquiavélicas vinculadas al dinero y la codicia ya que lo que ella pretende es salvaguardar la dignidad de una existencia en paz y sin sometimientos.
Apóyate en mí (Lean on Pete, 2017), una película escrita y dirigida por el británico Andrew Haigh a partir de la novela homónima de 2010 de Willy Vlautin, trae a colación esta fórmula y la combina con eficacia con un retrato respetuoso y sutil de una minifamilia norteamericana de clase baja compuesta por el joven Charley Thompson (Charlie Plummer) y su padre Ray (Travis Fimmel), un hombre consagrado a las aventuras sexuales y que apenas si gana lo suficiente para mantener a ambos lejos de la frontera que separa a una mínima tranquilidad económica de la pobreza lisa y llana. Cuando Charley comienza a trabajar para Del (Steve Buscemi), un amargo dueño de caballos de carreras que ha visto tiempos mucho mejores, se le presenta la oportunidad de conocer los secretos de los equinos mientras efectúa distintas tareas relacionadas con su mantenimiento y cuidado.
Haigh, director de las interesantes Weekend (2011) y 45 Años (45 Years, 2015), le reserva dos grandes cataclismos al muchacho, léase la muerte de su padre de la mano del esposo celoso de una de sus amantes y la posibilidad de que Del, quien hace correr a sus animales hasta matarlos, venda a un frigorífico al caballo que le da el título al film, un corcel -cuyo desempeño en las carreras viene en baja- al que Charley le tiene mucho afecto porque lo considera un amigo más que una simple mascota. Así las cosas, la trama nos regala una primera parte centrada en una presentación sosegada de la familia Thompson y una segunda mitad que arranca cuando Charley se roba a Lean on Pete, ya con su progenitor fallecido, y ambos marchan hacia Wyoming en busca de su tía Margy (Alison Elliott), una mujer que se peleó hace muchos años con Ray y nunca más volvió a hablar con él ni con el adolescente.
El realizador mantiene en todo momento un tono narrativo muy cercano al del indie yanqui de las décadas del 80 y 90, con preeminencia de pasajes desérticos, mucha soledad existencial, catástrofes que se ven venir a la distancia y una cierta ingenuidad bucólica que atraviesa de punta a punta las relaciones entre los personajes, los cuales porfían y porfían por más que la tragedia esté esperando a la vuelta de la esquina. El desempeño de Plummer es fenomenal: el actor logra un balance entre la madurez que el personaje no encuentra en su entorno (su carácter calmo y sensible compensa la falta) y una melancolía constante por no poder llevar una vida más “tradicional” y no recibir el apoyo necesitado (el cinismo oportunista de Del, y hasta de su jockey Bonnie, interpretada por Chloë Sevigny, nada tiene que ver con la perspectiva humanista de Charley para con el encierro, el dopaje y la explotación que padece el pobre caballo). Tanto una fábula certera sobre la dignidad de los marginados como un alegato en contra del maltrato animal y las inmundas carreras del rubro equino, la obra a fin de cuentas no consigue ir mucho más allá de lo esperable en términos retóricos pero incluso así, desde una bella corrección, llega a un muy buen puerto gracias a que su corazón está puesto en el amor fraternal, un bálsamo que ayuda a continuar la lucha y a sobrellevar las tragedias que construimos paulatinamente y/ o que nos depara la coyuntura comunal, laboral o familiar, a veces la principal artífice de nuestro desamparo…