Millones por doquier
Aburrida y poco creíble son los adjetivos que mejor describen a “Apuesta máxima”, el nuevo filme de Brad Furman que cuenta la historia de cómo, en un día, un estudiante se convierte en un empresario multimillonario de los juegos de azar y, al mismo tiempo, en justiciero.
Richie Furst (Justin Timberlake) es un estudiante de posgrado de Princeton que para pagarse su carísima estadía en la universidad trabaja en un sitio de apuestas. Amenazadopor el decano, Richie se jugará todos sus ahorros en una última partida en la que perderá todo.
A partir de esta derrota, el joven decide ir a Costa Rica a buscar al dueño del sitio que lo estafó. Allí se encontrará con Ivan Block, quien dirige el negocio y quien -sorpresivamente- le propondrá que sea su socio.
¿Conclusión? Se trata de una película absolutamente pasatista y olvidable. Por momentos, la trama no se entiende y quedan expuestas las consecuencias de un guión mal escrito, con escenas y diálogos poco creíbles. Incluso Timberlake, que se sabe lucir en la pantalla grande, no lo logró en esta oportunidad y Ben Affleck hace un buen trabajo, pero no llega a tapar las imperfecciones del guión, sobre todo cuando intenta hablar español.