Ben Affleck, productor, protagonista y director de la cinta reafirma con esta propuesta su condición de excelente narrador detrás de cámaras. Basada en hechos reales ocurridos entre 1979 y 1980, la operación conocida como “Argo” recién fue desclasificada por el gobierno de Bill Clinton en 1997. Seis ciudadanos norteamericanos lograron escapar de la toma de rehenes que durante 444 días mantuvo en cautiverio a cincuenta y dos empleados y civiles de Estados Unidos que se encontraban dentro de la embajada en Irán. Refugiados en el hogar del cónsul canadiense, y alertados sobre la posible ayuda que recibirían por parte de su gobierno, jamás imaginaron el plan ideado por la CIA para devolverlos sanos y salvos a casa.
Tony Méndez, un experto en extracciones de personas en situación de riesgo, diseña un plan con muchas posibilidades de fallar pero que, en última instancia, es la más disparatada de las opciones con chances de éxito. Él será el productor de “Argo”, una película de ciencia ficción que mezclará seres venidos del espacio con locaciones de Medio Oriente. Hasta allí viaja Méndez y deberá aleccionar a estas seis personas para que en dos días se transformen en expertos realizadores de cine. Con la maquinaria de Hollywood como respaldo, la prensa internacional atenta a este nuevo rodaje y con la ayuda de veteranos realizadores de películas, lo que en un primer momento parecía imposible termina convirtiéndose en una de las operaciones secretas más increíbles del ámbito de los servicios de inteligencia internacional.
Desde la secuencia inicial (donde mediante un storyboard se hace un racconto de la historia reciente de Irán) hasta el desenlace un poquito más patriótico de lo aconsejable, Affleck demuestra un dominio total sobre el material que decidió plasmar en su tercer largo como realizador. Tras la angustiante “Gone Baby Gone” y “The Town”, aquí decide hacer propia una de las historias de la CIA que a priori podría parecer descabellada. El pulso con el que va narrando el día a día de estos seis refugiados y la tensión in crescendo de su última media hora aceleran el pulso de los espectadores, que para ese entonces ya ni siquiera recuerdan que no están frente a una sucesión de hechos meramente ficticios sino que se basan en la más improbable de las realidades que viven los agentes secretos.