La ópera prima de Luciano Podcaminsky es una comedia dramática sobre un matrimonio a punto de irse a pique. Protagonizada por Julieta Díaz y Leonardo Sbaraglia, la historia sucede casi en su totalidad en alta mar. Una producción grande con ideas pequeñas.
Nacho y Lucía son un matrimonio que llevan más de veinte años de casado, viven una vida acomodada y tienen una hija recientemente adulta. Desde el vamos la película los muestra separados: mientras él intenta cerrar con la mismísima Natalia Oreiro su participación en una serie que está produciendo, ella busca un poco de relajación en su casa que se contrasta con cada momento que están juntos. Esa última noche antes de un viaje en un bote que él acaba de comprar, se le quema la comida y madre e hija cuchichean sobre algo de lo que él aún no es parte, una noticia que vienen demorando en darle.
Se viene una tormenta, le advierten a Nacho antes de embarcarse junto a un amigo y su nueva novia. Pero el mar se ve calmo y las nubes desaparecieron del cielo. El yate invita a relajar, a soltarse, a dejar ciertas rutinas en una caja al menos por un rato. Pero Lucía tiene cosas que no puede decir aunque necesite sacarlas y Nacho no puede despegarse del celular o de la computadora. Y allí están en el medio Ramiro y Cleo, que intentan apaciguar algunas escenas para un clima propicio. En especial ella, que en su juventud todavía no parece cargar grandes responsabilidades y se muestra segura de lo que quiere y sobre todo de lo que no quiere. Es Cleo quien ayuda a reflejar en Lucía inquietudes sobre su propia vida armada.
Como es de esperar, al viaje le llegan los vientos fuertes y cada vez parece más difícil mantenerlo a flote. Las gotas de humor van quedando atrás para evidenciar un matrimonio quebrado al que se le suman secretos que finalmente salen a la luz y amenazan con no dejar a nadie a salvo.
El guion está escrito por Alex Kahanoff, Andrea Marra, Sebastián Rotstein y Silvina Ganger, quienes nunca consiguen aprovechar una premisa que podría haber sido más excesiva y jugada. Sin embargo todo queda ahí, en la superficie de ese mar. Leonardo Sbaraglia se sale de su registro y se apodera de su personaje, un hombre demasiado ensimismado y que se ha creado él mismo una vida para los demás, pero también un personaje sin muchos otros matices que los que se reiteran a lo largo de toda la película. Julieta Diaz en cambio en la piel de una mujer en crisis consigo misma pero también segura por primera vez quizás de las cosas que no quiere, presenta algunas otras sutilezas cuando el guion se lo permite. Marco Antonio Caponi no hace mucho y Zoe Hochbaum intenta cautivar a la fuerza desde su papel seductor y relajado pero ninguno de las dos actuaciones consiguen destacarse.
Con una historia simple que solo pone en evidencia una crisis matrimonial con personajes poco identificables, luego llega una resolución tan esperable como apresurada. El final termina de hundir una película que con un mayor estudio de la psicología de los personajes o quizás un sendero más oscuro y arriesgado podría haber derivado en un resultado más interesante y atractivo. Pero la comedia ligera de la primera parte y el drama opresivo de la segunda no terminan de encastrar.
Asfixiados es predecible y superficial y navega sin encontrar nunca el tono adecuado. Un guion fallido y con metáforas subrayadas (la tormenta que se avecina, el matrimonio a punto de hundirse, los personajes a la deriva) que no suman nada a una producción que deja en evidencia que su director viene del mundo publicitario. Luce un poco lindo pero también frío y calculado en su envoltorio y por dentro no hay mucho más.