Tierno retrato cotidiano
Lo más llamativo de este film que marca el debut como realizadora de la palestina Maja Haj, hasta aquí solo conocida como escenógrafa del israelí Elia Suleiman (Intervención divina) es que no se propone sumar otro punto de vista sobre el conflicto árabe-israelí sino el simple retrato de la vida cotidiana de una familia palestina de clase media residente en Nazaret, precisamente la ciudad donde ella nació, y de una familia como cualquier otra, con los problemas, el desgaste, los sueños y las pequeñas alegrías de tantas similares, no necesariamente del mismo origen.
La verdad que transmiten sus personajes es, justamente, uno de los méritos del film, que triunfó en el Festival de Haifa, ganó premios en otras muestras y fue presentado en Cannes. Es un debut auspicioso, pues, sobre todo por la humanidad que ellos transmiten. Son personajes reconocibles los que integran estas tres generaciones de la familia, tanto como lo son las experiencias que ellos viven y que Haj retrata con sensibilidad, ternura y humor. Los iniciadores de la estirpe, que con los años han perdido el diálogo, dedicaron la mayor parte de su tiempo a los hijos, dos de los cuales han dejado Nazaret. Hoy uno, el más próspero, vive en Suecia. Otro, empecinado en conservar su soltería contra los deseos de su madre, está en Ramala. La tercera es mujer y está casada con un mecánico cuyo sueño es conocer el mar. Sólo algunos, como suele suceder, lograrán concretarlos.