El afroamericano Antoine Fuqua es un eficiente artesano del cine. Lo demostró en Día de entrenamiento y Tirador.
En este caso juega con un elemento urticante: un ataque terrorista a la Casa Blanca, que actualiza el miedo que persiste como secuela del 11-S.
El punto de partida y el desarrollo de la historia remiten a dos películas que hicieron historia en el cine norteamericano: En la línea de fuego (1993), de Wolfgang Petersen, con Clint Eastwood; y Duro de matar (1988), de John McTiernan, con Bruce Willis.
El escocés Gerard Butler interpreta a Mike Banning, agente de seguridad asignado a la Casa Blanca, que logró salvar al presidente Benjamin Asher (Eckhart) en un accidente automovilístico, pero no consiguió hacer lo mismo con la Primera Dama.
Eso ocurrió hace un año y medio. Acomplejado, Banning abandonó sus funciones y se recluyó en una oficina administrativa, pero espera la oportunidad para redimirse.
La ocasión se le presenta cuando terroristas norcoreanos copan a sangre y fuego la Casa Blanca, "el edificio más seguro del mundo", según un personaje, y un grupo comando toma como rehenes a las máximas autoridades del país, incluido el presidente.
Al igual que Bruce Willis, el oportunista Banning asume la improbable tarea de rescatar a los rehenes y liberar el edificio. Lo hace en contacto con el portavoz de la Casa Blanca (Freeman), que tuvo que hacerse cargo interinamente de la presidencia. El ya clásico "yo contra el mundo", mientras los funcionarios invocan la protección de Dios.
El actual conflicto entre Corea del Norte y Corea del Sur añade un toque de actualidad a esta historia. Las operaciones de los norcoreanos son conducidas por un tal Kang, un conocido terrorista de amplia actuación en distintos países.
Kang cuenta con la ayuda de un agente traidor y es el reverso perfecto del protagonista, aunque sin adquirir, empero, la categoría de espejo deformado. Porque Banning fue entrenado para defender y Kang para atacar.
Lo mejor es la primera parte, donde Fuqua hace alarde de su pulso narrativo, con varios puntos de atención que van revelando los objetivos y la dimensión del ataque terrorista. También las actuaciones de Butler, Freeman y Yune, a pesar que en algunos tramos se asumen autoparódicos.
Lo peor son los tópicos utilizados por el director para rellenar la historia o extender el suspenso, además de algunas de las variantes típicas de la iconografía made in USA. Por estos andariveles el relato destila patrioterismo y deviene en "americanada".
El título original (Olympus has fallen ) es una ironía, en cuanto alude a la caída de la Casa Blanca (el supuesto Olimpo), donde habitan los "dioses" norteamericanos. Pero según muestra la película, son dioses muy vulnerables.
Cabe acotar que este tema será abordado en un filme de próximo estreno, dirigido por el alemán Roland Emmerich, titulado Asalto al poder.