Más que una película sobre un músico, Ausencia de mí de la directora Melina Terribili es un documental político, que desde la figura de un Alfredo Zitarrosa exiliado, censurado y nostálgico, propone un acercamiento al vacío y una interesante manera de edificar la memoria. De esta forma lo musical queda en un segundo plano. Las canciones suenan de fondo, de hecho, hacen de esqueleto mediante la banda sonora, pero el verdadero hilo conductor está dado por las tribulaciones y reflexiones que el cantautor uruguayo grabó en las más de mil horas de cintas de audio que fueron recuperadas junto a cientos de papeles, cuadernos, borradores, registros audiovisuales, objetos y pertenencias suyas. Para evitar el olvido, la familia optó entregar todo ese archivo al Centro de Investigación, Documentación y Difusión de las Artes Escénicas del Teatro Solís, en Montevideo y así dar inicio a un proceso de clasificación y conservación. Las imágenes de las cajas bajando del camión y abarrotándose en una habitación funcionan como prólogo para el documental. Una vez que se empieza a inventariar los archivos en una especie de ejercicio de autopsia y exhumación, los límites del tiempo se difuminan y de pronto, la voz de Zitarrosa aflora de las grabaciones para que sea el propio homenajeado el que arme su homenaje.
La llegada de la dictadura militar en 1973 fue un antes y después en la vida del músico. Debido a su fuerte compromiso político, no tuvo más opción que exiliarse y vivir durante más de una década como cosmopolita forzado en Buenos Aires, México DF y Madrid hasta su vuelta en 1985. Así, el dolor por el desarraigo que reverbera en los miles de exiliados de los diferentes países del continente, su preocupación por la falta de creatividad atribuida la tristeza por la circunstancia política y su esperanza intacta en Latinoamérica son algunas de las confesiones que escuchamos del poeta, todas son grabaciones hechas durante sus años de exilio. En este sentido, la directora Melina Terribili prescinde de toda épica y ensalzamiento de la figura del artista para abordarlo desde su costado más humano. No lo vemos tocando la guitarra, no lo vemos cantando, casi no lo vemos. La presencia de Zitarrosa se manifiesta entonces de un modo espectral. A partir de su voz grave, profunda y en off sincerando sus lamentos e inquietudes, a través de material fotográfico que lo muestra mayormente a contraluz, solo, con gomina, traje y ese porte tanguero que resultaba algo antiguo para la época o mediante grabaciones en Super 8 filmadas por él mísmo. Todo un devenir de archivos que discurre poética y copiosamente, que nos acerca desde ese sentimiento agridulce y fantasmal propio del found footage a una idea personal y global de destierro.
Por Felix De Cunto
@felix_decunto