Feminismo modelo Hollywood
Aves de Presa (Birds of Prey, 2020), algo así como un rip-off de la lamentable Escuadrón Suicida (Suicide Squad, 2016), es uno de esos productos del mainstream contemporáneo que consiguen la cada día más frecuente “proeza” de hacer agua por todos lados ya que literalmente resultan ultra deficitarios: el film pareciera querer ser una comedia de acción de aire ochentoso/ noventoso y enmarcada en un feminismo cool, sin embargo de cómico no tiene nada, las coreografías de las peleas son rutinarias y todo el mejunje posmo vetusto símil publicidad y videoclips empantana el relato y banaliza a las mujeres masculinizadas que le dan vida (hablamos de la edición hiperquinética, las sobreimpresiones, la música popera boba, las one-liners demacradas, los saltos temporales y una sobredosis de voz en off explicativa, tendiente al facilismo retórico de no narrar y sólo remarcar lo evidente).
Precisamente, el feminismo modelo Hollywood de nuestros días -en términos concretos el proveniente de la redituable pata del cine de superhéroes, la acción y aledaños- se asemeja a lo que ya pudimos ver en Terminator: Destino Oculto (Terminator: Dark Fate, 2019), léase una multitud innecesaria de autorreferencias, unas señoritas homologadas a machos con vagina como si eso fuese una superación ideológica de algo y finalmente un elenco repleto de actores y actrices de los más variados orígenes étnicos con el objetivo de satisfacer los diferentes nichos del mercado global en una ecuación en la que no pueden faltar el latino, el negro, el asiático, la adalid blanca flaquita y este empoderamiento femenino de cotillón que reconfirma los clichés al trasladarlos de la figura masculina a su equivalente del otro sexo, sin que medie adaptación alguna o se cuestione cualquier faceta de lo establecido a priori.
La historia es el único gran “chiste” de la película y pasa por recuperar un diamante que le fue robado a Roman Sionis alias Black Mask (Ewan McGregor), el capomafia de turno de Ciudad Gótica, por una ladronzuela de guante blanco llamada Cassandra Cain (Ella Jay Basco), lo que motiva que el hombre le encargue a Harley Quinn (Margot Robbie) la misión de dar con la joya y traérsela a cambio de no matarla por una infinidad de faltas de respeto -o algo así- del pasado. Como la chica se acaba de separar del Guasón, ya no cuenta con la protección tácita del susodicho y se convierte en blanco de maleantes que atacó, golpeó u ofendió a lo largo de su relación con un supuesto “príncipe del hampa” que aquí no hace acto de presencia y parece languidecer en favor de ese Sionis todopoderoso que tiene de ayudante a Victor Zsasz (Chris Messina), su sicario estrella adepto a despellejar.
Quizás los dos mayores pecados de Aves de Presa sean el dar por sentado el hipotético carisma de la protagonista y su séquito y la omnipresencia de ese tono caricaturesco, baladí y redundante que recorre todo el metraje, como si la fascinación escénica se generase automáticamente y los remates de las situaciones y diálogos escapasen del terreno de lo intrascendente y superficial con el sólo hecho de desearlo o meter un poco más de sonrisas y/ o cámara lenta en las secuencias de acción. A decir verdad da vergüenza ajena ver a dos intérpretes muy talentosos como Robbie y McGregor tratando de sacar adelante personajes que nacieron muertos en el patético guión de Christina Hodson, ese que la directora Cathy Yan para colmo entierra con los latiguillos visuales y sonoros mencionados: como sucede con gran parte del cine industrial actual, la oquedad de la obra y su pose canchera forzada se estrellan con los magros resultados artísticos, la pobreza del armado retórico general y en especial un discurso que se maquilla de ambicioso pero cae en infantilismos permanentes…