Dirigida y escrita por Juliano Dornelles y Kleber Mendonça Filho, Bacurau es una película distópica sobre un pueblo olvidado en Brasil que se enfrenta a la última fase de su inminente desaparición.
En esta película dirigida por Juliano Dornelles y Kleber Mendonça Filho, la historia sucede “dentro de unos años”. En ese futuro cercano, al norte de Brasil, hay un pequeño pueblo, casi olvidado, cuyos habitantes mantienen a flote entre ellos. El intendente sólo se acerca en época de elecciones pero con alimentos vencidos, medicamentos que atontan y ataúdes. Estos últimos son lo único que utilizarán cuando lo necesiten.
Los problemas mayores surgirán cuando se den cuenta de que, literalmente, los borraron del mapa. Bacurau ya no existe excepto para sus habitantes que, además, acaban de sufrir la pérdida de una especie de matrona, tal vez una de las más viejas habitantes del pueblo.
En esta película que tiene mucho de western (paisajes desérticos, enfrentamientos y hasta fundidos encadenados) y un poco de ciencia ficción, a los cincuenta minutos de película se le suma Udo Kier con un personaje que termina de definir la línea narrativa y que además confirma que el protagonista principal es el pueblo. Hay personajes con mayor relevancia pero pueden desaparecer de nuestra vista, durante largo tiempo, sin que eso descoloque. En esa estructura coral, por ejemplo, está Sonia Braga en un papel muy distinto a Aquarius (película anterior de Kleber Mendonça Filho), que aunque también es muy diferente funcionaba como crítica y denuncia. Braga acá es una médica que cuando se emborracha puede resultar desagradable.
Hay detalles que fortalecen la historia, aun desde pequeñeces. En una escena, unos extranjeros pasan por Bacurau y la mujer pregunta: “¿Cómo se le dice a la gente que es de Bacurau?”, esperando el gentilicio adecuado como respuesta, y un niño desde su ingenuidad responde de manera inmediata: “personas”. Sin embargo, los habitantes de Bacurau son marginados.
Bacurau está narrada con una crudeza necesaria para la historia que se quiere contar. Quizás, en algún momento, entre las escenas sangrientas hay alguna que descoloca por ser más exagerada y llamativa que el resto pero, en general, se consigue mantener todo el tiempo un nivel de incomodidad latente. Es que la violencia aumenta a medida que se sucede el relato y esos dos muertos que una de las protagonistas ve en un mismo día, en el comienzo, no serán más que un adelanto de lo que está por venir. El tono del film también va mutando, desde uno más realista hasta una mezcla de géneros e influencias cinéfilas.