En la ciudad de Madrid en 1937, una disparatada función de circo queda en medio del salvajismo del combate de la Guerra Civil. Los hombres están matándose mutuamente y en medio del caos y el ruido de los disparos, el Payaso Tonto (una breve participación de Santiago Segura) es reclutado contra su voluntad para formar parte de la milicia. Antes de morir deja una semilla de venganza germinando dentro del frágil cuerpo de Javier, su hijo.
Casi cuatro décadas después, durante el franquismo, Javier –que perdió toda capacidad de hacer reír a lo largo de su desafortunada vida- consigue trabajo como Payaso Triste, aquel que secunda y es humillado por el que hace divertir a los niños. Ambos payasos están fascinados con la trapecista, la mujer que será la perdición de ambos y que los llevará hasta el límite de la pasión y la violencia.
Alex de la Iglesia repasa dos épocas sombrías de la historia española reciente, llenándola de alegorías, un toque de fantasía y un ligero surrealismo que por momentos recuerda a pasajes de “El laberinto del fauno” de Guillermo del Toro (incluso el maquillaje elegido remite en cierta medida a los desagradables personajes de Rob Zombie en “Devil’s rejects”). Políticamente incorrecto y mordaz en sus observaciones, la sangre corre tanto como las ironías y las metáforas. Los payasos se encuentran dentro de un triangulo amoroso, violento y no correspondido que muestra las locuras que se pueden llegar a cometer en nombre de ese sentimiento, pero sutilmente el realizador homenajea a todos aquellos payasos que sí animaron los días de los niños durante décadas.
“Balada triste de trompeta” posee un cuidadoso trabajo de diseño de producción, musicalización y puesta en escena que se suman a la excelente fotografía, apagada y descolorida en un inicio, con tonos vivos y saturados más adelante. Todo aquí es tan excesivo y grandilocuente que podría considerarse presuntuoso, pero funciona de maravillas.