Bárbara

Crítica de Agustín Neifert - La Nueva Provincia

Una atmósfera tensa y ominosa

Christian Petzold es miembro de la Escuela de Berlín y con apenas cuatro títulos en su haber, se ha convertido en un referente del último cine alemán. Con esta película ganó el Oso de Plata al mejor director en el Festival de Berlín de 2012.
El guión lo escribió con su maestro y colaborador Harun Farocki y recrea la novela homónima de Herman Broch. La historia está ambientada en 1980 en un pueblo situado en el norte de la República Democrática Alemana, una denominación que fue siempre una ironía macabra.
Un dato importante para abordar esta historia es recordar que los padres de Petzold son originarios de la ex Alemania Oriental, de donde lograron escapar en 1960, unos meses antes de su nacimiento.
La protagonista es Barbara Wolff, médica pediatra que ejercía en el Hospital Charté de Berlín y se volvió sospechosa tras solicitar una visa para salir del país. Su intención era reunirse con su amante, que reside en Dinamarca.
Por ese motivo y a manera de castigo, es transferida a un hospital rural cerca del Mar Báltico, donde le asignan un departamento pequeño y miserable, y recibe frecuentes visitas de los agentes secretos de la Stasi, que la vigilan a sol y a sombra y la humillan en cada ocasión.
El jefe de Barbara en el hospital es el doctor André Reiser, quien se muestra insistentemente amable, aunque ella presume que puede ser otro miembro de ese Estado espía y represor.
André la invita a pasear en bicicleta y le obsequia un ejemplar del libro Memorias de un cazador, de Iván Turguénev. Pero ella se mantiene distante y silenciosa, interesada sólo en sus pacientes. Entre ellos, un muchacho que intentó suicidarse y una joven recluida en un campo de trabajos forzados. Pero su idea fija de huir hacia el sector occidental.
Petzold exhibe una notable precisión y austeridad narrativa, valoriza los silencios y las miradas de los personajes y demuestra una enorme capacidad para recrear la atmósfera ominosa, tensa, de contenida paranoia que entonces se vivía en ese país.
Y lo hace apelando a colores vivos, sin los clásicos grises u oscuros de películas que abordaron temas similares. Por caso, La vida de los otros.
Otra baza de Petzold es su talento para construir personajes creíbles, que resisten ese clima de falta de libertad a fuerza de tenacidad e inteligencia. Y el director procura compartir ese clima con el espectador, que no puede eludir sentirse afectado por esa asfixia moral y existencial que vive la protagonista.