Con la mente perdida en intereses secretos
Casi como en los trailers paródicos que Jean Luc Godard creaba para sus películas, podemos decir que la ópera prima del director y psicólogo Estanislao Buisel tiene desde humor, mentiras, amor, hasta engaños, mujeres bellas e intriga.
El protagonista de Barroco es Julio (Julián Larquier, a quien veremos pronto en La princesa de Francia, el nuevo film de Matías Piñeiro), un joven que consigue trabajo en una librería a la vez que planea una fotonovela junto a su novia -una flautista barroca- y su mejor amigo. La historia transcurre en apenas 13 días -sí, el film nos va diciendo con exactitud en que día se desarrollan los hechos- y muestra como Julio va tomando una serie de desiciones desafortunadas. Primero observa que su compañero de trabajo- el magnífico Walter Jacob-, que hace las veces de guardia de seguridad roba esporádicamente libros al ocultarlos en un bolsillo auxiliar de su abrigo. Ante esto, Julio decide imitarlo, pero la apuesta se vuelve más osada hasta llegar al punto de planear un robo de más de 300 libros.
Mientras planea y pergeña todo esto, por las noches saca fotos junto a su amigo, o bien visita a su amante, a quien llama de un modo muy peculiar. Así el engaño, robo y mentira van tomando cada vez más fuerza en la vida de este joven, y obviamente todo se complica, pero él rehúsa toda responsabilidad hasta llegar a un punto insostenible, que prácticamente coincide con el momento en que el film se vuelve denso y repetitivo, dentro de un relato que si bien no es del todo cautivador, tiene buenos momentos.
Casi al final, Buisel inserta un film dentro del inicial y presenta la fotonovela que se mencionó durante todo el largometraje, para terminar de afirmar que Barroco es por sobre todas las cosas, una película que roza constantemente lo lúdico, mientras ofrece innumerables referencias y guiños, ya sea a la cultura de la fotonovela pornográfica, al cine de Chris Marker o bien el doble juego que su título permite.
Sin duda un gran punto a favor de este film se lo lleva la música con estética barroca compuesta especialmente para el film por Gabriel Chwojnik, que junto a las actuaciones de Julián Tello (el amigo del protagonista), Walter Jacob y Julia Martínez Rubio son lo mejor que esta película puede ofrecer.
Por Marianela Santillán.