Sobre la búsqueda del sueño americano, Barry Seal: Solo en América, plantea el conflicto directamente sobre el hambre de poder y el dinero. Doug Liman (Edge of Tomorrow, The Bourne Identity) continua su racha de sorpresas en pantalla grande y nos ofrece un film estruendoso en sus detalles que consigue destacarse sobre el género en base al tráfico.
Primero y principal, Barry Seal es un vehículo perfecto para Tom Cruise. Cruise es un gran intérprete de haraganes del séptimo arte, y en este nuevo film se siente como en casa caracterizando a este piloto convertido en traficante; un personaje absolutamente interesante, no sólo porque fue uno de los peldaños más importantes en lograr la expansión de tráfico de drogas entre Centroamérica y Norteamérica, sino por el hecho de que su vida es el retrato perfecto del mencionado “sueño americano”. Seal es exitoso en lo que hace, pero la monotonía de su vida lo lleva a cruzar límites y responder a nombres de la Casa Blanca o el mismísimo cartel de Medellín. A todo esto, Cruise se divierte como de costumbre y da como siempre una interpretación completa de principio a fin. Barry Seal: Solo en América sirve como una expansión del film de Ted Demme, Blow: Profesión de Riesgo del año 2001.
Quien vio la serie Narcos, los excelentes documentales de Cocaine Cowboys o The Infiltrator (film de 2016 que se toma mucha libertad para contar los hechos) tiene una leve idea de los eventos de la vida de Seal. De todas formas, Liman logra que la película se mantenga a flote en todo momento gracias al guión de Gary Spinelli (Stash House), el cual otorga el espacio adecuado para centralizar situaciones adecuadas con un timing exacto; hay tensión, humor, drama y acción en cantidades justas, y todo ello repleto de pequeños detalles que le añaden a la experiencia una cuota de satisfacción -ver el viejo logo de IMAGINE remixado es un excelente comienzo-.
Hay que aclarar también que el film pone una mirada justa -tal vez la balanza está sobrecargada en el lado de Seal– sobre los diferentes organismos que se van presentando a lo largo del metraje. La mayoría de las entidades se muestran amigables a su entorno, casi en broma, pero esto cuesta creerlo por lo que la historia del mundo nos fue enseñando; Barry sale de las reuniones mostrando una sonrisa en cada momento, no obstante es probable que en realidad, esa sonrisa asistía en muy pocas ocasiones.
American Made -título original- rescata la carrera de Tom Cruise después del desastre de The Mummy (2017), logra con creces lo que quiere y el espectador va a pasar un gran momento en salas de cine. El sueño americano se comparte gratamente en estos casi 120 minutos de película.