Asimilando al opuesto
Si bien cae unos escalones debajo en términos de calidad con respecto a las excelentes Un Dios Salvaje (Carnage, 2011) y La Piel de Venus (La Vénus à la Fourrure, 2013), las obras previas de Roman Polanski, Basada en Hechos Reales (D’Après une Histoire Vraie, 2017) es una película igualmente apasionante que crece en el espectador apenas finalizada la proyección, a medida que uno se replantea lo visto y la amplitud de su alcance discursivo: el legendario director y guionista deja atrás el “teatro filmado” de sus opus anteriores y retoma una narración más cinematográfica que a su vez recupera diferentes tópicos de uno de sus mejores thrillers recientes, El Escritor Oculto (The Ghost Writer, 2010), hoy por hoy volcando las vicisitudes del mercado literario y los inconvenientes que afrontan los autores hacia la inestabilidad subjetiva/ emocional, sin duda la gran obsesión retórica del polaco.
La propuesta está inspirada en una novela de 2015 de Delphine de Vigan, no obstante desde el punto de vista general parece servirse de tres fuentes artísticas principales: en primera instancia tenemos las historias de manipulación progresiva y subliminal de la maravillosa Patricia Highsmith, con El Talentoso Sr. Ripley (The Talented Mr. Ripley, 1955) como mojón insoslayable, luego viene el halo perturbador de El Sirviente (The Servant, 1963), una joya de Joseph Losey a partir de un guión de Harold Pinter acerca de un esquema de poder que termina patas para arriba, y finalmente está la influencia de un par de clásicos del formato “batalla dialéctica/ actitudinal” como lo son Juego Mortal (Sleuth, 1972) y Trampa Mortal (Deathtrap, 1982), los cuales asimismo estaban inspirados en una obra maestra de Alfred Hitchcock sobre las intrigas de la intimidad y sus correlatos, La Soga (Rope, 1948).
Aquí en esencia todo gira alrededor de la relación entre Delphine Dayrieux (Emmanuelle Seigner), una famosa autora que acaba de convertir a la enfermedad y el padecimiento final de su madre en un exitoso bestseller, y Elle (Eva Green), también una escritora aunque en este caso fantasma y especializada en memorias para celebridades de la política, el deporte y el espectáculo. Ambas mujeres se conocen en un evento de firma de libros de Dayrieux y pronto desarrollan un vínculo apuntalado sobre todo en el misterio que rodea a Elle y en el hecho de que Delphine la considera mucho más interesante y sofisticada, lo que deriva en una convivencia eventual que coquetea con la frontera entre la amistad y el lesbianismo. El afán controlador de Elle -bajo la apariencia de ayuda y consejos- al inicio se complementa a la perfección con la delicadeza y vulnerabilidad de una Dayrieux atrapada en su melancolía.
Precisamente, en lo que se luce Polanski es en el retrato de la sutil dinámica del dúo a nivel cotidiano: el personaje de Seigner atraviesa un bloqueo creativo, es ninguneada por sus propios hijos y no cuenta con el apoyo de una pareja masculina ausente, François (Vincent Pérez), un periodista que para colmo se la pasa entrevistando a escritores; por otro lado el personaje de Green sobrevivió con entereza a varios suicidios entre sus allegados, posee un carácter mucho más fuerte y parece llevar muy bien el injusto anonimato al que la condena su profesión de “negro literario”. El guión de Olivier Assayas y el mismo realizador pasa de una primera parte orientada al análisis de la sumisión escalonada de Delphine hacia Elle, a una segunda mitad que da vuelta la estructura cuando la primera se consagra a un proceso de asimilación de su opuesto femenino exacto, con vistas a ficcionalizar/ fagocitar su vida.
El cineasta evita todo artificio pomposo y se concentra permanentemente en la dimensión humana de la relación, ofreciéndonos detalles muy inteligentes de los entretelones de alcoba y el juego de las apariencias, con una Elle que en un primer instante parece querer tomar posesión de la identidad de Dayrieux para luego defenderse cuando su “amiga” pretende hacer lo propio con lo que ha sido su devenir hasta la fecha, uno que guardaba para sí y que de a poco comienza a revelar vía momentos compartidos. A pesar de que el opus es algo derivativo y no agrega nada particularmente novedoso al eje temático de las mentiras y las poses convenientes, lo cierto es que el polaco aquí nos regala un minucioso desempeño por parte de Seigner y Green y vuelve a demostrar que es un maestro absoluto en el examen del origen contextual de la locura, su repercusión en el fluir artístico, la destreza de quien necesita manipular para subsistir y finalmente la línea divisoria entre un entramado anímico/ psicológico que se cae a pedazos y un entorno social que ni se entera…