Resulta para mí extremadamente difícil escribir una reseña de The Dark Knight Rises, por varios
motivos. Por el aspecto más estrictamente sentimental, cualquiera que me conozca mínimamente sabe de la pasión que desde antes incluso de tener uso de razón profeso por los cómics en general y los superhéroes en particular. La idea de que un tipo cualquiera, normal y corriente, decida aprovechar un talento, habilidad especial y a menudo una tragedia personal para desinteresada e ingenuamente intentar hacer del mundo un lugar mejor y más justo me sigue pareciendo a día de hoy tan poderosa, atractiva y fascinante como cuando con 6 ó 7 años me emocionaba leyendo y releyendo las páginas de cualquier tebeo que caía en mis manos, y me preguntaba cómo conseguirían superar mis queridos Peter Parker o Bruce Wayne la siguiente prueba mortal a la que fueran sometidos. Comprendan por tanto que no es en absoluto sencillo analizar una obra como la que titula este post sin dejarme llevar por los sentimientos y perdiendo en el camino al lector que espere una opinión más sosegada y objetiva de la película.
Pero es que además, y como inevitable consecuencia de lo anterior, ¿cómo demonios voy a ser yo capaz de hacer justicia en un simple post a la que honestamente considero la trilogía más redonda, consistente, intensa y emocionante que ha dado nunca el cine de acción? Es más, ¿cómo siquiera empezar a hacerlo cuando cada vez que pienso en esta última película o en la anterior The Dark Knight se me arremolinan las sensaciones sin orden ni concierto al ritmo de la increíble banda sonora de Hans Zimmer?
Pensando en estas cuestiones, llego a la conclusión de que simplemente no puedo hacerlo, así que me limitaré a reunir en unas últimas líneas algunas reflexiones (no esperen que estén ordenadas) acerca del fantástico broche de oro con el que Chris Nolan finaliza su andadura con el Señor de la Noche.
Situada ocho años tras los acontecimientos de The Dark Knight, la tercera iteración de la saga vuelve a explorar hasta las últimas consecuencias los principales temas sobre los que desde el principio ha girado esta particular visión del superhéroe: la corrupción sistémica, la verdadera naturaleza del hombre en situaciones límite y la fuerza de un símbolo. Para ello se apoya con la misma fuerza tanto en tramas y personajes que han venido acompañando a Christian Bale/Bruce Wayne desde la ya lejana Batman Begins casi tanto como en las nuevas adiciones que desencadenan los acontecimientos.
Podría hablar largo y tendido de cualquiera de los actores/personajes que pueblan esta obra casi coral, pero me voy a limitar a destacar por méritos propios a Tom Hardy, en la piel del villano Bane. Todas las miradas se encontraban puestas en la extravagante apariencia de este hombre, sabedor del incómodo testigo que recogía de manos del Joker que Heath Ledger había elevado a la categoría de mito en la anterior película. Encarnando a un personaje diametralmente opuesto (el orden del caos frente al caos ordenado), el Bane de Hardy consigue sin embargo resultar desde el mismo comienzo una presencia tan amenazadora, peligrosa, inmensa y seductora como la del Payaso del Crimen. No alcanza el carisma o unicidad de aquél, pero queda igualmente grabado para la posteridad, lo que resulta especialmente digno de mención cuando hablamos de un personaje a quien no vemos la mitad de la cara durante toda la película.
Christopher Nolan aprovecha la larga duración del film y su condición de final-de-una-era para tomar riesgos y llevar la trama por extremos incómodos que nadie antes se había atrevido a explorar en franquicias conocidas, despistando y atrapando incluso al fanboy más resabido. La ruptura física y mental del héroe, el estado de sitio en Gotham o el aura de fatalismo, un todo-vale intensísimo que me mantuvo en vilo las casi tres horas de metraje y directamente sin respiración en la secuencia final.
Me ha gustado mucho y quisera destacar (porque no es un tema que se aborde en la prensa generalista) el brindis que el director/guionista hace especialmente en esta ocasión a los aficionados a los cómics del murciélago. La visión de Christopher Nolan es su propia cosa y hasta ahora tan sólo había tomado prestado algunos elementos icónicos del mundo que rodea al personaje para poder contar su propia historia. No es diferente en esta tercera ocasión, pero sí que están más presentes que nunca las referencias y guiños a la fuente original; escenas directamente salidas de El Regreso del Señor de la Noche, Tierra de Nadie, la inmortalidad de cierto personaje, el fatídico y clásico rodillazo cruje-espaldas de Bane o incluso la presencia de Holly son tan sólo algunos de los elementos que pasan por el personal prisma de Nolan en Rises, para gozo y alboroto del seguidor.
Técnicamente, la película es impecable. Nolan aprovecha su estatus de director de culto rentable para que la morterada de dinero que ha costado la realización luzca en pantalla. The Dark Knight Rises contiene el mayor número de escenas de acción de toda la trilogía, las mejor filmadas y los efectos especiales más espectaculares. Afortunadamente, en el camino no se ha perdido el corazón y el pulso del realizador, que sigue siendo capaz de emocionar y conmover a partes iguales.
Sin querer alargarme mucho más, admito y reconozco algunas de las sombras que algunos críticos han señalado sobre la película, que en lo general son las comunes a toda la filmografía del director inglés; los numerosos giros de tuerca del guión pecan de ser demasiado efectistas, la trama encadena casualidades y coincidencias que se derrumban como un castillo de naipes ante un análisis algo más riguroso, el género de la acción sigue pareciendo ser incapaz de desquitarse de algunos tópicos ya trilladísimos (la bomba a punto de explotar, el interés romántico a toda costa, ...), detalles todos irrelevantes frente a la explosión de adrenalina que un servidor acababa de vivir subido en la montaña rusa que propone Nolan.
Como dice Paula, la Warner se encuentra ahora en la tesitura de tener en sus manos una de las franquicias más rentables y exitosas de su historia y no saber qué hacer con ella. Un reboot parece un suicidio, y la solución que plantea Nolan (no digo más) es cuanto menos arriesgada, aunque desde mi punto de vista muy ilusionante. A mí en el fondo ya me da igual, porque sé que cada cierto tiempo podré disfrutar por enésima vez de la historia definitiva de Bruce Wayne en el cine. Gracias, Christopher.