Batman

Crítica de Mariano Casas Di Nardo. - La Prensa

­El nuevo filme de Batman desconcierta por completo. Muy lejos está de ser esas cintas sobre superhéroes que nos traen una presentación del personaje y toda su evolución mientras se prepara para la batalla final frente al villano, a priori, invencible. Aquí, todo lo contrario: tal vez este Batman de Robert Pattinson sea el más terrenal de todos los conocidos en el cine hasta hoy. Está en la misma sintonía estética que el resto, nadie se asombra de verlo; hasta lo tratan de "payaso disfrazado'' y no muestra nada que lo convierta en imprescindible. Por lo que si lo cambiáramos por Denzel Washington, con idéntico guion, artilugios técnicos, destreza física y enemigos, la película podría ser `El justiciero 3' u `Hombre en llamas, en realidad no morí'. Hasta el Batimovil parece menos que cualquier auto de `Rápido y furioso'.­

Sin embargo, lo mencionado no va en detrimento de esta renovación del hombre murciélago. Esta primera entrega de una trilogía que llegará en lo sucesivo es realmente muy buena. Tres horas de duración sin baches, con una tensión que se mantiene de principio a fin. No hay un momento épico que multidireccione nuestros sentidos pero tampoco hay lugar para consultar el reloj. La acción es continua, el miedo sembrado por las incógnitas que se plantean es recurrente, y el suspenso y el terror se apoderan del género.

­VERDADERA MALDAD­

En esta ocasión, `Batman' nos muestra el segundo año de vida del encapotado (como superhéroe) en su lucha contra el crimen en Ciudad Gótica. Y mientras sigue los pasos del Acertijo (Paul Dano), una especie de asesino serial que va acabando de la peor manera con los dirigentes más corruptos, se da cuenta que la verdadera maldad no acecha en los callejones sin salidas, sino en las altas esferas del poder y la justicia.­

En este derrotero dirigido a la perfección por Matt Reeves y escrito por el mismo Reeves junto a Peter Craig, aparecen los fieles Alfred (Andy Serkis), Gordon (Jeffrey Wright), Gatúbela (Zoë Kravitz), y en pequeñas dosis se va presentando ¿al próximo? villano, el Pingüino (un irreconocible Colin Farrell). Siempre en un clima denso, de poca luz y sombras plenas. Se entiende que esa sea la atmósfera ideal de Batman, en la que se mueve como pez en el agua. Lo que no se comprende es porqué el resto de los personajes, cuando no están con él, tampoco encienden una luz. Todo es en la oscuridad casi total.

Cuando el filme termina se nos dibuja inevitablemente una sonrisa. ¿Ya pasaron tres horas? No nos dimos cuenta. ¿Hubo una escena que quedará en la historia del cine? No, pero disfrutamos de sus tópicos, como el ascenso con la baticuerda, la llegada rompiendo un techo de vidrio mientras despliega su capa, su pelea contra una decena de pandilleros subterráneos, la aparición del Batimovil entre el fuego y el beso a la mujer deseada. ¿Pero en el marco de otro concepto cinematográfico? Sí. ¿Entonces no es lo que se esperaba? No, pero su fotografía, su arte, su banda de sonido con un `Ave María' sinfónico en loop, y lo voraz de cada una de sus criaturas hacen que se disfrute mucho igual. Además un dato no menor, en la pantalla grande encontramos la real magia del cine.­