Frituras bajo el sol
La movida hollywoodense centrada en intentar resucitar a Baywatch, una de las series más trash y autoconscientes de la televisión de la década del 90, sin lugar a dudas es -valga la redundancia- otro de esos manotazos de ahogado a los que el mainstream más pomposo de la industria cultural de nuestros días parece estar condenado por iniciativa propia, en la línea de los bodrios de superhéroes y las sagas adolescentes eternas. Aquella amalgama de ingenuidad narrativa, secuencias de acción y cuerpos bronceados no se condice del todo con esta reinterpretación en pantalla grande, la cual si bien va tachando cada uno de los ingredientes de la fórmula a lo largo de su desarrollo, al mismo tiempo no termina de entender que el “encanto” y el éxito de la serie original residían en la ridiculez de la trama promedio del show y la estética videoclipera de la época, no en el cancherismo bobo actual.
Incluso así vale decir que Baywatch (2017) reemplaza el hechizo grasiento de la tira con otro paradigma retro que se amolda un poco mejor al cinismo contemporáneo, el de las comedias atolondradas de los 80. De este modo descubrimos que estamos frente a una especie de “investigación” del grupo protagónico para detener a los malvados de turno, un catalizador que funciona como excusa para toparnos con distintos arquetipos del formato que responden al fortachón bueno, el inexperto que debe pagar derecho de piso, el típico debilucho dedicado al onanismo, una figura de autoridad bien payasesca, algún interés romántico femenino y finalmente toda una flamante colección de tetas y culos destinados a contonearse bajo el sol. Sinceramente la experiencia podría haber sido mucho peor pero tampoco llega a convencer por la tibieza y empecinamiento detrás de tanto refrito cruzado.
Ahora es Dwayne Johnson el que se pone en la piel de Mitch Buchannon, aquel líder de los socorristas de una playa top que fuera interpretado por el inefable David Hasselhoff. La contrafigura es Matt Brody (Zac Efron), un campeón olímpico de natación que debe postularse para ser un nuevo bañero como parte de una probation, un panorama que por supuesto genera choques con Buchannon a la par de los flirteos del joven hacia Summer Quinn (Alexandra Daddario), otra de las novatas. El componente maléfico viene por el lado de Victoria Leeds (Priyanka Chopra), una empresaria ligada a las drogas y los negocios inmobiliarios, eje de las pesquisas de Mitch y los suyos. Casi todos los chistes del film se vinculan a las características en la vida real de Johnson y Efron, dos actores egocéntricos e hiper tuneados, lo que deja poco espacio para la historia en sí y el desfile de secundarios.
La película incluye algún que otro momento hilarante aunque se hace muy larga en sus 116 minutos y ni siquiera consigue compensar la catarata de estereotipos quemados/ no aprovechados con la anatomía frondosa de antaño porque ni Kelly Rohrbach -la elegida para reemplazar a Pamela Anderson en el rol de C.J. Parker- ni el resto de las mujeres del elenco están a la altura de los camiones de la Baywatch original, como por ejemplo Erika Eleniak, Carmen Electra, Yasmine Bleeth, Alexandra Paul, Gena Lee Nolin o la misma Anderson. Demasiado vulgar para ser familiar, con muy poca carne femenina para ser picaresca y carente de la energía y la convicción para abrirse paso sola sin la referencia a la serie de los 90, esta nueva Baywatch es otro de esos productos ineficaces y para nadie del Hollywood actual, al que le vendría bien menos chistes sobre escrotos y más sensualidad…