Sonidos rojos
Gilderoy (Toby Jones) es un tímido y correcto ingeniero de sonido inglés que llega a un estudio italiano para trabajar en una película. Desde el momento en que entra al estudio parece estar entrando a otra dimensión, todo colabora a que se sienta ajeno y extraño; el idioma, la mala actitud de sus compañeros, la atmósfera bizarra del lugar y, para colmo, la película en la que debe trabajar: un film de terror clase B, género en el que nunca ha trabajado, y que instantáneamente asociamos -por ejemplo- con los filmes de Dario Argento.
Gilderoy ecualiza y mezcla sonidos en un estudio en el que desde una pequeña cabina las actrices gritan hasta perder la voz, y los empleados destrozan frutas y crean gruñidos. Tenemos pistas, sabemos de qué se trata la película, pero nunca vemos ni un solo fotograma, el que ve todo es Gilderoy quien aislado en su mente comienza a evadirse del lugar que lo rodea, perdiendo contacto con la realidad.
La actuación de Toby Jones es excelente, como ese introvertido y eficiente sonidista al que la adversidad y la locura parecen devorarlo de a poco, y el otro gran protagonista es el sonido, el que se encarga de contarnos todo lo que no vemos, el que parece entrar en la mente de Gilderoy y sumergirlo en un universo surrealista, mezcla de Argento y David Lynch.
Con una estética de colores cálidos, donde predomina el rojo, como si la cinta no fuera de buena calidad, este thriller ofrece algo diferente, crea un clima denso que nos envuelve, y nos deja crear en nuestra mente las imágenes que no vemos, igual que el protagonista.