Un DJ caído en desgracia
La generación tecno y un filme que apunta a los sentidos.
DJ Ickarus despierta en un neuropsiquiátrico. El éxtasis le hizo mal y tuvo un brote psicótico durante el mejor momento de su carrera. Paseaba su música por el mundo en festivales de música electrónica y se la pasaba de fiesta en fiesta mientras terminaba su nuevo disco.
La eterna y complicadísima relación entre arte y locura es el núcleo de Berlin Calling, con el epicentro en la ciudad más importante de la movida electrónica underground.
Como podía esperarse en una película llena de símbolos, Ickarus quiere volar demasiado alto, se quema con el sol y tiene su caída estrepitosa.
Se escapa del hospital aunque la internación sea voluntaria. Corre a casa para pedirle disculpas a su novia y manager, pero ella ya no está. Lo dejó por otra mujer. Busca contención y ayuda económica en su sello discográfico, pero lo despiden al instante. Vuelve derrotado al psiquiátrico, donde le dicen que ya no lo aguantan y le avisan que tiene que irse al otro día. Todo mientras Ickarus luce una flamante camiseta de la selección argentina del 86, que cambia de vez en cuando por otras remeras futboleras.
¿Qué hace el DJ caído en desgracia? ¡Organiza una fiesta de despedida! Roba pastillas del hospital, consigue drogas y alcohol y llama a un par de prostitutas.
El director Hannes Stöhr apuesta por el tono tragicómico en una película que tenía todo para terminar en desgracia. Berlin Calling es una feliz mezcla entre Trainspotting y Atrapado sin salida. En la adaptación de Milos Forman, los hippies y los beatnicks se rebelaban contra el sistema estricto y represivo del hospital. Ahora son ellos quienes tienen el control y se transformaron en el nuevo enemigo para una generación que cuestionó eso de elegir una vida, un trabajo, una carrera y una familia.
El optimismo de Stöhr se mezcla con cierta mirada new age donde la música tiene poderes curativos y regala paz interior. Cada vez que Ickarus atraviesa un momento de crisis, la respuesta está en unos auriculares gigantescos que sincronizan los estados de ánimo del filme con los de su protagonista.
A nadie debería sorprender que la impecable música de la película y la ajustada interpretación de Ickarus estén a cargo de un mismo y reconocidísimo DJ. Paul Kalkbrenner, con su música y sus muecas, brinda un tour de force por esa montaña rusa emocional.
Berlin Calling es una película hipnótica que prefiere los estímulos primarios, como buscar la euforia del espectador a partir de colores y sonidos, a las lecciones morales. Por eso el director se detiene tanto en cada una de esas fiestas a las que asiste el protagonista y tan poco en las consecuencias de las adicciones, que pasan a un segundo plano desde lo visual y dramático. Stöhr busca que el espectador sienta empatía con Icka más allá que se comparta o no su manera de ver la vida.
Con una mirada libertina sobre las drogas y una idea muy particular sobre la redención, Stöhr consiguió un filme que condensa un par de décadas de excesos en sólo un centenar de minutos. La generación del tecno ya tiene una película que captura su esencia.