Las pymes de trabajo esclavo provocan cáncer
Finalmente ocurrió lo tan temido y por consiguiente podemos formular un axioma que no caerá simpático: una película de Alejandro González Iñárritu sin un guión de Guillermo Arriaga es tan tediosa como vacía. Biutiful (2010), su “debut” en solitario luego de la trilogía con su compatriota, resulta un fiasco en lo referido a la dimensión del contenido y la estructuración general de la propuesta, empantanada desde el inicio en los vaivenes de la vida de Uxbal (Javier Bardem), un pequeño empresario del trabajo esclavo con una bella cadena de producción (chinos haciendo carteras, senegaleses vendiéndolas).
Si por un lado se agradece la inclusión de tópicos como el multiculturalismo, los atropellos y la marginación, por el otro queda claro que tratarlos en piloto automático y sin ningún sustento discursivo puede provocar efectos contrarios a los deseados. Esencialmente estamos ante un intento de duplicación de la obra existencialista de Arriaga que no llega a satisfacer las expectativas debido a que en esta oportunidad tenemos personajes poco interesantes, una constante vacilación temática, demasiados tiempos muertos, tramas colaterales atadas con alambre y diálogos que no agregan nada a la progresión narrativa.
Así el film combina un retrato rutinario de un protagonista en caída libre con tomas descriptivas listas para la exportación y/o los festivales internacionales. Quizás el mayor problema pasa por esa típica pata boba del humanismo barato, léase el dibujar a trazo grueso componentes positivos en seres nefastos con vistas a “humanizarlos”: detrás del telón siempre hallamos el argumento de que el hombre es “bueno” por naturaleza, lo que eventualmente lleva a la ridiculización de los diletantes de esta filosofía en función del considerable manojo de evidencia en su detrimento (Uxbal es además hijo, esposo y padre).
Como si se tratase de una versión resumida de los guiones de antaño, en esta ocasión el leitmotiv es “tener una pyme basada en explotar a inmigrantes ilegales genera cáncer de próstata”. Los esfuerzos bondadosos empeoran todo y conducen hacia un tono dramático endeble, casi de cartón (vaya uno a saber qué aportes hicieron los argentinos Armando Bó y Nicolás Giacobone, coautores del libreto junto con el director). Por supuesto que Bardem está excelente en tanto aspirante a la salvación posmoderna pero queda muy desprotegido como fuerza matriz de una historia bastante hueca que gira ensimismada sobre su centro.
Por suerte el desempeño del elenco compensa en gran parte los deslices señalados y los toques casuales símil realismo mágico, muchísimo mejor trabajados en la reciente Más Allá de la Vida (Hereafter, 2010) de Clint Eastwood. En especial merece destacarse lo hecho por Maricel Álvarez, una revelación cargada de histrionismo en su primera labor en pantalla. Sólo resta aguardar que Alejandro González Iñárritu levante la puntería a futuro y vuelva a colaborar con profesionales de peso: en Biutiful roza la autoparodia y la comodidad, bien lejos de la eficacia de Camino a la Redención (The Burning Plain, 2008).