Sin pelos en la lengua Bixa Travesty (2018) es un apasionante documental biográfico sobre Linn da Quebrada, una cantante trans negra de una favela de San Pablo que revolucionó a todo Brasil cuando, a través del crowdfunding, editó su primer disco, Pajubá, con letras que iban en contra del orden blanco, heteronormativo y machista. Bixa Travesty se estrenó en el pasado festival de Berlín y su contenido político e ideológico hoy se resignifican tras el triunfo presidencial del ultraderechista Jair Bolsonaro. Autodenominada marica travesti (bixa travesty), la música de Linn da Quebrada está enmarcada dentro del funk brasilero, pero va más allá de un proyecto sonoro y se convierte también en una performance que habla sin tapujos sobre la transexualidad y los significados de ser hombre o mujer. Claudia Priscilla y Kiko Goifman encadenan a través de un montaje rabioso el registro de las diferentes actuaciones de Linn en las que arremete contra los machos alfas y sus estándares de género, pero también la muestran en entrevistas de radio dramatizadas en las que dice sin ningún tipo de tapujo lo que piensa sobre feminismo y transexualidad y en su vida privada junto a amigos y familia hablando sobre pobreza y racismo, Linn da Quebrada convierte el cuerpo trans femenino en un medio político de la expresión en el espacio público y privado. Ella es una mujer cuya identidad de género no está limitada por sus genitales y que está siempre en estado de fluidez. Bixa Travesty se juega claramente por un discurso, sin maniqueísmos, sin concesiones, en el medio de un Brasil que gira hacia el fascismo y en donde Linn da Quebrada se convierte en emblema de la resistencia.
Es un documental inquietante y revelador realizado por Claudia Priscilla y Kiko Goifman sobre la vida de cantante, actriz, performer y activista transgénero paulista Linn da Quebrada. El titulo que alude a un “maricona travesti” trae a primer plano el caso de un ser combativo, orgulloso de su condición, que nos interpela a través de discursos potentes y actuaciones magnéticas. A Linn la vemos con su ideario que arremete contra los machos alfa de una sociedad estructurada en una sexualidad binaria que ya no se corresponde con la época. Linn no modifica su cuerpo, lo usa como si se tratara de una bomba atómica, le alcanza con sus convicciones para presentarse como un arma devastadora sobre el reinado de la sociedad patriarcal para alentar a las cabezas abiertas, a los alcances de los derechos de toda la comunidad LGBTQI con un estilo único. Charlas con su madre, con quien comparte una ducha, por quien se tatuó para que acepte ser percibida como mujer, actuaciones con otros artistas, encuentros amigables, dramatizaciones de programas radiales. El clima cambia pero no la potencia de sus convicciones.
Retrato descarnado y fascinante Premiado en el Festival de Berlín, este retrato descarnado y fascinante de Linn da Quebrada, artista transgénero que se convirtió en referente de la minoría negra y queer de las favelas, se estrena en la Sala Lugones. Ella canta, baila y rapea en vivo, habla en la radio y prolonga su mirada cuestionadora y provocativa incluso en su cotidianidad en San Pablo. El documental de Cláudia Priscilla y Kiko Goifman es tan visceral e íntimo que por momentos incomoda y perturba, sobre todo cuando nos acercamos a las contradicciones y a los problemas de salud que la incansable heroína padece. La protagonista conmueve sobre y fuera de los escenarios.
En tiempos en los que las disidencias sexuales son arrasadas bajo la mirada atónita de una derecha agresiva e intolerante, esta propuesta nos permite acercarnos a un universo en el que la identidad sexual es sólo el punto de partida de una narración apasionante.
Una de las marcas fuertes de este festival (más allá de algunos gestos de sobreactuación) es la voluntad por incorporar películas asociadas a la identidad de género, varias de ellas con interesantes elecciones de personajes y de puesta en escena. Bixa Travesty de Cláudia Priscilla, Kiko Goifman va por ese camino, con decisión y con entrega hacia su protagonista, una bailarina, cantante y activista trans (“una marica transexual”) llamada Linn da Quebrada, conocida por sus actuaciones en favelas, por sus letras contestatarias y por desarmar la lógica de ciertos estilos. La música es un arma y cuando Linn no está en el escenario, nos interpela desde un programa de radio junto con amigos con quienes establece divertidos diálogos, siempre demoliendo los esquemas binarios y los prejuicios. El documental alterna el recorrido entre las actuaciones y el ámbito privado, como si fueran dos caras (Jekyll y Hyde) de la misma moneda. Todo el huracán intempestivo del arte en vivo contrasta con el reposo cotidiano como si un pinchazo de heroína planchara la energía demoledora de las palabras. Siempre es más importante lo que se dice que lo que se ve en la película. No obstante, hay momentos conmovedores y uno de ellos es cuando la joven se baña con su madre. Que la secuencia funcione obedece al mérito de los directores que en su condición de documentalistas logran acercarse a ese verdadero lapso de intimidad con cuidado y buen gusto, sin alterarlo, con la sensación de que está perfectamente consensuado. El cuerpo es un eje central en varios sentidos. El más visible es el posicionamiento genérico y la defensa a ultranza de la identidad sexual. Luego, la posibilidad de concebirlo como expresión política, como discurso que pueda ser móvil de pensamiento. Por último, toda libertad enunciativa en este mundo parece tener un precio y en el caso de Linn es el cáncer, que asoma como problema aunque nunca como impedimento para la causa a favor de las minorías. El cine brasileño redobla la apuesta en estos últimos años enfrentando los embates de la derecha. Frente a la opresión, varias de las películas que recorren festivales por el mundo asumen gestos vanguardistas capaces de reaccionar contra el conservadurismo, no solo del arte cinematográfico, sino de una sociedad anestesiada por los medios. Habrá que ver el alcance de este fenómeno. Por Guillermo Colantonio @guillermocolant