Una carismática hechicera y no mucho más
En esta versión cinematográfica de la clásica historia de Blancanieves hay una niña de piel blanca como la nieve y labios rojos como la sangre y una hechicera maléfica que sueña con apoderarse de todo. También hay enanos, un príncipe, un cazador y, además, algunas escenas de guerra medieval y una vuelta de tuerca de la historia de amor que buscan un nuevo rumbo en el clásico relato.
Rupert Sanders hizo lo que tenía que hacer para lograr que su primera película sea un éxito de taquilla: contratar a Kristen Stewart. A pesar de su actuación acartonada e insípida, esta muchachita arrastra a miles de adolescentes adoradoras de La Saga Crepúsculo que no dudarán un segundo en fanatizarse con cualquier película que ella protagonice.
Para contrarrestar a la niña vampiro, que hace exactamente el mismo papel que en su última película, está Charlize Theron. Ella es la hechicera Ravenna, que se casa con el padre de Blancanieves para matarlo en la noche de bodas y entregar el Reino al ejército de su hermano, acérrimo enemigo del Rey. Charlize, con su belleza impactante (¿no se suponía que Blancanieves era la más hermosa del Reino?), representa a una bruja profundamente herida que buscará venganza a lo largo de todas las vidas que viva y hará uso de la magia negra para mantenerse joven y bella.
Las deficiencias del director al intentar profundizar en el pasado de Ravenna y el por qué de su odio hacia el mundo, son compensadas por la excelente actuación de Charlize Theron, que compone una caracterización totalmente realista, escalofriante y hasta conmovedora. Esta reina, sufre, se enferma de odio y también ama. Las escenas dramáticas entre ella y su hermano serán uno de los puntos altos de una película en la que lo bueno resalta bastante entre lo malo.
Ravenna está convencida de que ser bella eternamente es lo único que puede salvar a una mujer de la ruina. Pero la magia comienza a flaquear y su verdadera edad aflora en el rostro de la bruja. Para solucionar el temita de su juventud pendular, el espejo le recomienda comerse el corazón de Blancanieves, que se encuentra encerrada en lo más alto de una torre desde la muerte de su padre.
Al mejor estilo Prision break, Blancanieves logra escapar antes de ser capturada y ese es el momento en el que entra en juego el cazador (Chris Hemsworth) que, a cambio de la resurrección de su esposa, acepta el desafío de cazar a Blancanieves. Pero, como todo el resto de los seres vivientes del Reino, él queda encantado con ella y no puede entregarla (vale aclarar que la princesa establece una relación mística con todo lo que mira: hombres, pájaros, árboles y hasta trolls incluidos, aunque nosotros no le creamos ni una de sus lágrimas).
Con elementos que nos recuerdan bastante a El señor de los anillos (y, por momentos, a Avatar) el film se transforma en ese punto en una aventura épica en la que Blancanieves, cortejada por el príncipe y el cazador, intenta reconquistar el reino de su padre. Esa princesa con armadura, cabalgando un caballo al frente de un ejército de quinientos hombres es, tal vez, el elemento más novedoso de esta adaptación.
Los efectos especiales que dan vida a la magia y las batallas terminan siendo el gancho que mantienen al espectador atrapado y lo conducen hasta un final sutil que da un (pequeño) paso al costado de la escena pomposa que todos esperaríamos de una película del género.