Seis personajes de seis diferentes partes del mundo viven seis historias, dirigidas por seis directores distintos, que confluyen en un solo lugar: Pamplona durante el festejo de San Fermín.
Cada uno de sus directores, Daniela De Carlo, Julieta Lima, Gustavo Lipzstein, Antonello Novellino, Nobuo Shima y Nacho Ruipérez, son los encargados de seguir y filmar a su personaje. Esto permite que la película tenga puntos de vista distintos aunque cada uno bien personal, el problema reside en su conjunto. Hay historias con mejor desarrollo que otras, algunas cumplen aun con su cierre y a otras se las sienten desdibujadas.
Por un lado tenemos a Vittorio, fotógrafo italiano que carga una mochila de su pasado que involucra a su padre a punto de morir; Kalani, una bailarina haiwaiana que busca escapar de un futuro marcado por lo que dicta su madre; Malena, joven argentina, enferma crónica; Guido, jugador de fútbol que supo ser una estrella y hoy, tras una grave lesión en la rodilla, sólo encuentra trabajo con una publicidad; Oliver, periodista norteamericano con una pareja a la cual siente que quiere pero no logra comprometerse aunque se obligue; y Sagrario, una viuda española a la que el pasado la sigue acechando con mucho dolor.
Cada uno de ellos llega, tiene que llegar, a ese San Fermín, a esa fiesta que es una celebración, un descontrol y también algo riesgoso. Caos, podría ser la palabra. Todos parecen necesitar algo fuerte que los mueva para que puedan continuar o cambiar algo de sus vidas. En el medio, encuentros y desencuentros, conexiones, llamadas que no se reciben, celulares que se pierden.
Hay una intención clara y honesta de retratar relaciones en un mundo tan caótico, pero lo cierto es que el resultado termina sabiendo a poco. La aparición y sobre todo desaparición de personajes secundarios en general es azarosa; la banda sonora por momentos tiñe a la película de algo más bien cursi, no hace más que subrayar sensaciones; y si bien la estructura funciona, cada línea argumental por separado a veces no termina de convencer en sus resoluciones.
A la larga, Blue Lips es un interesante experimento (aunque la peculiaridad de que seis personas dirijan la película surgió más que nada por la falta de presupuesto) cuyo mayor atractivo es más que el retrato de choque de culturas al que apela, el de la fiesta de San Fermín, tan amada como odiada, pero que sin dudas es todo un evento.