DUÉRMETE NIÑO, DUÉRMETE YA
En 1978, Stephen King publicó su cuarto libro, un volumen de relatos titulado El umbral de la noche. Fue su primera colección de cuentos, y al día de hoy es considerada, con justicia, la mejor. De los veinte textos que componen el libro, cinco fueron adaptados al cine (una operación que se volvería habitual con casi todo lo publicado por el oriundo de Maine), incluyendo El Coco, que es el que nos interesa acá. Desde hace un tiempo, digamos, de It: Parte 1 para acá, las adaptaciones de sus obras establecieron un piso de producción que reporta resultados dispares. Y es que el universo King en el cine, salvo excepciones (El resplandor de Kubrick podría ser una), siempre mantuvo cierta condición clase B, una característica tanto formal como espiritual. Con el mainstream como soporte, las historias del bueno de Stephen corren el riesgo de volverse demasiado correctas, demasiado prolijas, y se sabe: muchas veces, el terror necesita del desorden y la suciedad.
Dirigida por Rob Savage, Boogeyman: Tu miedo es real toma como centro al psicólogo William Harper (Chris Messina) y a sus dos hijas, Sadie (Sophie Thatcher) y Sawyer (Viven Lyra Blair), una familia arrasada emocionalmente luego de la muerte de la madre. Un día, un sujeto irrumpe en la casa de los Harper y le ruega al terapeuta que lo escuche. Su nombre es Lester Billings (David Dastmalchian), y se lo acusa de haber asesinado a sus tres hijos. Pero su versión es diferente: El asegura que “algo” se los llevó durante la noche, una entidad parasitaria que se fue alimentando progresivamente de su dolor. Luego de un hecho que conviene no adelantar, ocurre lo esperable. La criatura empieza a manifestarse en el nuevo hogar, primero como esa oscuridad bajo la cama de la pequeña Sawyer, y después de modo palpable, imposible de ignorar o descartar.
Ampliando los límites del cuento (que transcurría en el consultorio y se sostenía a través de la conversación entre Harper y Billings), la película pone el foco en el drama familiar, duro y sin vueltas, durante la primera mitad. El padre que transita su duelo sin poder comunicarse con sus hijas, la hija adolescente que se niega a superar, y la niña, permeable a los miedos infantiles más primitivos. Aquello que acecha en la penumbra, el horror detrás de la puerta entreabierta del armario; el temor ancestral a aquello que no podemos ver, y que va a venir por nosotros mientras dormimos. El hombre de la bolsa, el Coco, etcétera. El acierto de Savage, al tiempo que nos vuelve testigos del dolor de la familia, es el de introducir al monstruo de manera paulatina, hasta podríamos decir lenta. Cuando el horror finalmente se imponga, los personajes y sus historias nos van a importar. El terror como prueba, o como reflejo, de un fondo emocional sincero, construido con paciencia. Una marca inconfundible, claro, de las creaciones de King.
En el desarrollo de personajes, en la elección de las hijas como protagonistas (el padre, el adulto, reacciona casi demasiado tarde), y en la lucha clara entre el bien y el mal, Boogeyman: Tu miedo es real abraza las características del universo King y las convierte en reglas. Se entiende así que a la hora de arribar al final, la película pueda decantarse por un monstruo más directo (ya no tanto una entidad metafísica al estilo It, sino un bicho horrible y visible) y por una conclusión tan cursi como coherente. Porque, en definitiva, de lo que habla la película es de la muerte, del duelo y de la posibilidad de seguir adelante. Y lo hace en la forma de un film competente, que pese a su superficie mainstream no logra ocultar ese espíritu kingiano, capaz de espantar a los cínicos y a los miserables. Acá lo celebramos, y sí: Boogeyman: Tu miedo es real está lejos de ser una obra maestra, pero es una digna pieza nueva en el Universo Cinematográfico de Stephen King, a esta altura casi tan imponente y disfrutable como su base literaria.