Border: Sentí algo hermoso

Crítica de Carla Leonardi - A Sala Llena

Desde los márgenes:

Introducción:

Una mujer trabaja en un control de aduanas portuario de Suecia. Tanto su rostro, que evidencia una anomalía genética, como su habilidad para detectar el contrabando de sustancias, objetos u actividades ilegales a través del olfato, la sitúan de entrada como un ser especial.

Este es el comienzo de Border (Gräns, 2018), segundo largometraje del director sueco Ali Abbasi, que llega precedido por haber ganado el premio como Mejor Película en la sección Un certain regard de la pasada edición del Festival de Cannes.

Desde del punto de vista del género, podría decirse que el director hibrida hábilmente el thriller policial con la ficción fantástica tradicional del folclore sueco, incluyendo también elementos del terror sobrenatural y de romance. La trama se va desenvolviendo gradualmente, entregando a cada paso nueva información que le permitirá al espectador enriquecer sus lecturas posibles. El director logra que los elementos grotescos de su ficción no caigan en lo bizarro ni el ridículo, mediante la maniobra de anclar el relato tradicional en el tiempo presente abriéndolo a nuevas resonancias. Concretamente lo que hace Abbasi es tomar el mito escandinavo de la especie antropomórfica de los trolls, temible por su hábito de raptar bebés de los humanos para cambiarlos por los deformes de su especie; para hablarnos de los efectos del fenómeno de la segregación en la actualidad.

El orden de lo humano:

Tina (Eva Melander), pese a su condición de diferente, se encuentra inserta en la sociedad, desempeñándose en la aduana portuaria. Ella vive en una casa en el bosque junto a Roland (Jörgen Thorsson), un hombre ordinario que se dedica a la cría de perros. Roland encarna el tipo de hombre común que trabaja y al finalizar sus tareas, queda capturado por las imágenes de la pantalla del televisor y el alcohol y que busca satisfacer sus necesidad sexuales en completo silencio, sin mediar diálogo ni palabra amorosa hacia su pareja.

Bajo la apariencia de vida “normal” de Tina, van despuntando ciertas cuestiones que ponen en jaque esa supuesta “normalidad”. Tina tiene una conexión especial con la naturaleza, lo cual percibimos durante sus paseos descalza por el bosque en los cuales se acerca y se le acercan animales e insectos. Por otra parte, posee la habilidad de detectar con el olfato, aquello que los humanos buscan ocultar; don que es bien explotado por la sociedad al insertarla en un puesto de control de migraciones. El director nos muestra detalladamente cómo Tina olfatea y muestra sus dientes, asemejándose a un perro, cuando las personas pasan por el corredor de control. De esta manera, el realizador ya pone en cuestión la tan enarbolada “inclusión” de las minorías diferentes, sea por cuestiones raciales, incapacidades físicas/psíquicas o diversidades sexuales. Hay inclusión, pero siempre en calidad de ciudadanos de segunda. En este línea resulta interesante recordar que el director de la película es sueco, pero ha nacido en Irán, lo cual también le otorga como cineasta un lugar y una mirada muy particular.

Por otro lado, respecto de la habilidad de Tina podemos mencionar dos aspectos interesantes. En primer lugar, Tina le dice a la fiscal que la convoca a colaborar de incógnito en la recolección de pruebas para desbaratar a una red de pedofilia, que sabe cuándo las personas ocultan algo porque detecta con su olfato sus afectos como la vergüenza, la culpa o la rabia. Según refiere la teoría psicoanalítica, el efecto de la prohibición del Goce todo por la intervención de la ley paterna, tiene con efecto la represión de las pulsiones sexuales anárquicas que buscaban su satisfacción inmediata y el advenimiento del orden de la cultura, donde el empuje pulsional a la satisfacción puede ser demorado, sublimado y puesto al servicio de un objetivo socialmente valorado. Dice Freud en sus Tres ensayos sobre teoría sexual (1905) que los afectos de vergüenza, asco y la moral se constituyen como los diques pulsionales. De esta manera, lo que caracteriza a lo humano, en tanto atravesado por el lenguaje y la cultura, es detener sus acciones ante la aparición de afectos como la vergüenza, la culpa, el asco, la compasión o el temor. Se dibuja entonces una frontera (aquí tenemos una primera referencia al título, ademas de la literal vinculada al control migratorio) que permite distinguir lo humano de aquello que no lo es. De esta manera, Abbasi pone en cuestión la lógica del sentido común que situaría lo deforme o lo monstruoso, vinculándolo a la apariencia física. Tina desde la apariencia podría ser etiquetada como monstruo, pero de acuerdo a sus actos (la benevolencia con que trata al adolescente que quiere pasar alcohol, el cuidado con el bebé de su vecina, su pudor ante la pregunta de su padre acerca de si tiene relaciones sexuales con Roland, su asco vacilante cuando se le ofrezca comer un gusano) podemos situarla como humana. Es así como ella se presenta y define: sou humana.

Por otra parte, veremos que aquellos implicados en la red de pornografía infantil tienen apariencia humana, pero sus actos los sitúan por fuera de orden de lo humano al dañar salvajemente nada menos que a niños, que son precisamente aquellos que enseguida despiertan nuestro cuidado. Lo humano y lo aberrante no se define entonces desde la imagen, desde la portación de rostro, sino por la posibilidad de estar sujetos al orden de un límite al goce mediado por la ley y al orden del deseo como su consecuencia (La condición del deseo, es que haya prohibición).

A la vez, no pocas veces nos vemos tentados a avanzar en el goce, transgrediendo la barrera del deseo, y así dañando a otros. Las fronteras entre lo humano y lo inhumano no son tan claramente discernibles y hasta interpela aquello de nosotros mismos que puede volverse inhumano en cualquier momento.

Esta linea permite entender también porqué Tina no puede detectar nada concreto, más allá de su apariencia desagradable, intimidante y misteriosa, cuando se encuentre con Vore (Eero Milonoff). Tina, no solamente no podrá detectar nada porque la atracción que comience a sentir por él obnubilará sus sentidos, sino también porque Vore no presenta esos afectos humanos de vergüenza, culpa o asco. Conforme vaya avanzando la trama, Tina invitará a Vore a vivir en su casa de huéspedes y así podrá conocerlo en si intimidad. Vore se revelará como un presencia inquietante y oscura en la vida de Tina, una suerte de igual que hará estallar los cimientos sobre los cuales afirmaba su identidad. Vore se definirá a si mismo como perteneciendo a otra especie que lo humano, dirá que es un troll y ninguna moral ni compasión lo detendrán en su voluntad de dañar a los humanos y hacerlos sufrir. Y poco a poco, seremos testigos de la degradación de lo humano en Tina, a medida que se acerque más y más a Vore. Sus diques pulsionales irán cediendo y se entregará a él, fundiéndose en la voluptuosidad de la carnalidad de sus cuerpos. Así Tina deviene la metáfora o alegoría de la degradación del orden simbólico en nuestra época, esa que imponiendo el derecho a gozar como emblema, empuja a la satisfacción inmediata y desdeña como obsoleto el juego del deseo; esa que barre con las fronteras entre lo intimo y lo público, despreciando la vergüenza o el pudor como marcas soportes del sujeto. No por nada cada vez no enteramos de mayores atrocidades capaces de cometer alguien que calificaríamos aparentemente como humano, es que la desvalorización de la función del padre en nuestro tiempos, retorna bajo una oscuridad y maldad que es peor que el orden de la prohibición y de un goce limitado del cual muchas veces solemos quejarnos.

Sexualidad y sexuación:

El interesante tratamiento que Abassi le da a la sexualidad y a los cuerpos en Border, permite diferenciar varias cuestiones: la apariencia física, el género, el sexo biológico y la sexuación. A nivel de la imagen visible, Tina tiene una apariencia femenina, a nivel del género, sus dotes en la pesquisa y el control así como sus poses, le dan un aire simiesco masculino; a nivel del sexo biológico, su cola funciona como un pene. Desde la sexuación (posición respecto del goce), podríamos decir que su posición es femenina: Tina tiene un anclaje en el goce fálico, en el goce medido que le da su inserción en la cultura y la sociedad y a la vez, conserva ese lado animal, esas intuiciones que no se atienen a la razón, que no pueden ser domesticadas totalmente por el amo, que le permiten conectarse con el goce femenino. Tina aquí es ocasión para ilustrar la posición femenina en tanto goce de ser no-toda, es decir, no sin relación al falo, aunque esté más allá de él.

Si tomamos a Vore, desde la apariencia y el género es un hombre, en cuanto a su sexo biológico es una mujer, pero desde el punto de vista de la sexuación quedaría del lado del goce femenino, ese goce ilimitado, que no conoce el freno de la vergüenza, el asco o la moral.

Como puede verse, ninguno de estos órdenes coinciden en Tina o en Vore y tampoco tendrían porqué hacerlo en el orden de lo humano, donde por estar atravesados por el lenguaje, se pierde cualquier referencia a lo natural o lo instintual.

El encuentro de Tina con Vore, la llevará (como mencionamos más arriba), a ir perdiendo progresivamente su amarre en el goce fálico, y alejarse del orden de la cultura para ir asumiendo la Otredad e irse sumiendo cada vez más en la infinitud del goce femenino.

Totalitarismo y segregación:

El monstruo no lo es por que sí, es un producto de la sociedad. Aquí en la idea del fenómeno y del monstruo, Abbasi se incluye en una tradición que va desde Frankenstein (1818) de Mary Shelley, Freaks (1932, Tod Browning), También los enanos empezaron pequeños (Herzog, 1970) y El hombre elefante (Lynch, 1980)), por mencionar algunas. Se trata de seres que fueron rechazados hasta por su propio creador, que fueron explotados, utilizados, marginados o incluidos como centro de un espectáculo. Vore dice que lo han hecho sufrir. Su sufrimiento en el pasado, es su único atisbo de humanidad, Los padres de Vore fueron sometidos a experimentos psiquiátricos en los años 70, el padre de Tina le revelará que sus padres fueron encerrados en un establecimiento psiquiátrico, donde él trabajaba como celador, ofreciéndose a cuidarla cuando sus padres murieron. La deformidad aquí es símbolo de cualquier rasgo que sea soporte de una diferencia de cualquier orden: racial, sexual, religiosa, etc. Y en este punto es donde se vuelve crucial el fenómeno de la segregación, que es un efecto discursivo producto de constituir un conjunto. Si digo los argentinos, es porque dejo afuera del conjunto a quienes no lo son. El problema es cuando este fenómeno discursivo se vuelve el soporte del totalitarismo y del odio cuando aspira a convertirse en un universal como por ejemplo: la raza aria. El capitalismo mismo como máquina simbólica que apunta producir cada vez mayor acumulación de capital, constituyéndose en un imperio, produce sus propios desechos. En esta lógica universal, homogeneizante y dominante, no sorprende que el efecto sea el odio desde esos mismos residuos sociales como modo de agujerear esa totalidad que se impone y que se puede expresar por ejemplo en el terrorismo o un feminismo radical que rechaza al hombre. En este punto Abbasi instala la pregunta por ¿cómo responder ante los discursos sociales y económicos dominantes? ¿Se trataría de imponer por la vía del odio, que apunta a suprimir el ser del opresor diferente, a la propia especie también como totalidad? ¿O de instaurar por la lucha simbólica la conquista de derechos e ir ganando espacio sin anular las diferencias? ¿Sería posible lograr equidad a nivel social y a la vez convivir con las diferencias? Esta segunda vía, requeriría poder soportar la diferencia y una posición que no busque reducirla desde ninguno de los dos lados, sino que esté abierta a lo que ese Otro en tanto distinto podría aportarme.

Momento de concluir:

En consonancia con el título, el realizador sueco-iraní ofrece en Border una propuesta diferente, difícil de clasificar en las fronteras y las convenciones clásicas de los géneros del terror, el policial y hasta el romance. Las referencias a estos géneros no quedan al servicio del mero entretenimiento vacío. Aquí hay un cuidado de autor por la puesta en escena y en las interpretaciones de la pareja protagónica, explotando al máximo las resonancias simbólicas y las complejidades psicológicas en cada secuencia. La paleta de colores luminosos y brillantes del comienzo, va opacándose y oscureciéndose acertadamente, sumiéndonos en una aura opresiva y tenebrosa, apta para interrogarnos sobre la propia inhumanidad que habita en nosotros, contenida por fronteras, pero agazapada y siempre dispuesta a aparecer. En Border, Ali Abbasi nos brinda una experiencia perturbadora y a la vez fascinante.