Invisibilizando posiciones
Borrando a Papá es un pseudo documental con tintes televisivos que originalmente tenía planteado su estreno para 4-5 semanas atrás. Hablo de pseudo documental, porque esta producción incurre en tanto errores (técnicos y conceptuales) que se dificulta tomarlo como un documental de hecho, ya que se acerca más a un material de denuncia -llana y vacía denuncia, sin demasiada argumentación- que a una pieza cinematográfica.
Vamos por partes. El eje central en Borrando a Papá trata de como en nuestro país, en caso de divorcio o separación, se privilegia que las madres tengan la custodia de los hijos, y que el padre se atenga a cumplir con el régimen de visitas que el juez participante sentencie según el caso. ¿Por qué? Porque en Argentina la custodia compartida no es algo que se practique, y de hecho, en menores de entre cero y seis años, está prácticamente establecido que sea la figura materna, quien obtenga la custodia completa, más allá de cualquier posibilidad de violencia ejercida por la mujer sobre los niños o incluso sobre el cónyuge. Todo esto se debe en parte al enfoque bio psico social que nuestro país y nuestra sistema judicial defienden, y es algo abalado por muchos organismos, ya que se considera que la mujer (salvo excepciones por denuncias, o abandono) está “predeterminada” a encarnar una función de cuidado y nutrición.
Recordemos que Sigmund Freud desarrolló el concepto de madre nutricia, reservando al hombre la función de protección en un rol y relevancia completamente distinto. Ahora bien, la cuestión aquí pareciera ser- o al menos eso nos quiere hacer creer este documental- que automáticamente, ante esta postura, la mujer adquiere todo el poder sobre sus hijos, y el hombre queda relegado, y negativizado, perdiendo la posibilidad de verlos. A la vez, Borrando a Papá intenta mostrar como cientos de actores secundarios se benefician en algún punto, por esta estigmatización que él sufre.
Debido a esto, varios grupos y ONGs han pujado con fuerza para impedir el estreno de Borrando a Papá, y por ello se logró posponerlo durante tantas semanas, y se dudaba que pudiera realizarse. Desde Proyector Fantasma estamos -aquí me permito hablar en nombre del staff y del equipo editor- en contra de cualquier tipo de censura, sea ésta de cualquier índole, y más si atañe al campo cinematográfico.
Ahora bien, corriéndonos del conflicto entre ONGs y la producción, el gran, grandísimo error, recae en mostrar sólo un costado del debate. Es decir, sólo vemos y oímos la postura paterna y nunca la materna, de hecho sólo vemos a las madres a través del bajísimo recurso de la cámara oculta, pero además, nunca desde el discurso se enuncia o se hace mínima alusión a la visión materna, y se reduce todo a una cuestión de caprichos o simulación. “Ella no me deja ver a mi hijo porque no quiere, no tiene ningún motivo”, o bien “Me hizo una falsa denuncia de violencia“, cuando posteriormente se comprobó que varios de estos sujetos denunciantes, tenían antecedentes de violencia de género y violencia familiar. De esta forma, al oír sólo una campana, pro-padres -no justifico de ninguna manera a la mujer que ejerce violencia, y aún asi obtiene la custodia- nos quedamos con la cuestión minimizada a buenos muy buenos, malas muy malas, cuando realmente habría que pensar en quien es la verdadera víctima en medio de este litigio.
Como mujer, y como psicóloga considero que el bienestar psicofísico de un niño o un infante depende primordialmente del ambiente y entorno en el que está inmerso, y del acompañamiento parental. Nada justifica que se tome a un hijo como botín de guerra, pero además nada justifica la mentira y la violencia por la que estos niños pasan a diario, ya sea familiar, institucional o socialmente.
En este punto, Borrando a Papá parte de un debate que podría haber sido mucho más interesante y rico, si se apelara a la pluralidad de voces, y no sólo al discurso -real o armado- del padre. Ni hablar de los abogados que emiten opinión, y consideran que cualquier mujer que no abale esta visión es una feminazi. Es lamentable que en el momento socio histórico que la sociedad atraviesa, en la que los modelos y convenciones de lo que debe ser una familia están en constante cambio, surjan visiones tan sesgadas y cerradas, sobre todo cuando una de las realizadores detrás de este documental (Ginger Gentile) viene de hacer otro como Mujeres Con Pelotas, donde si se privilegiaba una visión más amplia de las posturas y diferentes opiniones.
Por Marianela Santillán