Remedio para melancólicos
Abundancia es una palabra apropiada para describir esta adaptación de Brigada A que pareciera no querer dejar dudas de que el espectador se encuentra en el cine y no frente a un televisor, mirando un canal de series clásicas de la TV norteamericana, o dentro de un sueño que lo depositó de nuevo en los 80, cuando la originalmente llamada The A Team lideraba los ratings de la época.
Abundancia de efectos especiales, de trucos sonoros, de acción, y de buen humor; un humor salvaje que se burla de la guerra y del pacifismo, del Ejército, de la CIA, de los iraquíes o del gobierno norteamericano, aunque sea una película pro norteamericana si se fuerza un análisis más fino.
Pero Brigada A es sobre todo entretenimiento, y válido, en este mundo donde la oferta es variada y los canales de acceso cada vez más masivos.
El argumento respeta las coordenadas del original. Un grupo de ex soldados yanquis acusados por un crimen que no cometieron se refugian en la clandestinidad y desde allí intentan hacer el bien. En esta ocasión, la misión paralela consiste en rescatar un cargamento de placas destinadas a imprimir copias de dólares, que han caído en manos criminales y que podrían solventar una campaña dirigida a desequilibrar la balanza comercial estadounidense.
Persecuciones, choques de automóviles, camionetas, helicópteros, estallidos, avalanchas, derrumbes… Un nutrido menú de catástrofes cabe dentro de las casi dos horas que dura la película dirigida por Joe Carnahan, que suma la consistencia de un elenco que permite que las nuevas imágenes convivan en la cabeza de los memoriosos con el recuerdo de Mr. T (Mario Baracus) y sus coequipiers de hace 20 años.