Dignos ejemplos de la buena cosecha de documentales
Tres muestras del buen momento que está pasando el cine documental argentino. El mejor, "Bronces en Isla Verde", de Adriana Yurcovich, amplio y delicioso registro de un excelente festival internacional de instrumentos de bronce en un lugar perdido de la Pampa Gringa. Los propios habitantes hacen un encuentro anual (en febrero fue el IX) de artistas argentinos y extranjeros venidos de Europa y EE.UU., que se amoldan a las comodidades ofrecidas y brindan con todo gusto recitales y clases maestras. El ambiente es muy grato. Y es probable, y más que probable, que aquella "Marcha triunfal" que se escuchó en el estreno mundial de "Aída" junto a las pirámides de Egipto, en una puesta que incluía elefantes y camellos, no haya sido tan linda como la que ofrecen los miembros del Ensamble de Isla Verde en el Club Sportivo, donde los perros se sientan a escuchar junto al público sin ningún problema. Una delicia.
Por su parte "Soy Ringo", de José Luis Nacci, evoca la trayectoria del querido Oscar Bonavena con una excelente recopilación de material de archivo, que incluye célebres peleas, momentos graciosos, en los que era especialista, evocaciones familiares, semblanzas periodísticas, y una detenida investigación sobre sus últimos días y su asesinato. Quizás el documental dedique demasiado espacio a este triste episodio policial, aunque se supone que es algo de interés público. Unico detalle: falta el "Pio Pio Pa" (lo que tal vez sea un punto a favor).
Más exigido, "Viaje al centro de la producción", de Damián Finvarb y Ariel Borenstein, ofrece un panorama crítico de la industria automotriz argentina. Lo hace con distintos métodos: el registro sin comentarios de reuniones empresariales, salones de exposición, material de noticieros, etc., explicaciones a cargo de economistas y obreros (hoy la cadena de producción va más rápido que la de "Tiempos modernos"), y, por último, el seguimiento de la lucha por la reincorporación de varios trabajadores de una empresa. Tanta información puede marear un poco, pero hay joyitas: un ejecutivo internacional dormido en medio de los discursos, un institucional de Bob Dylan a favor del auto norteamericano, un gremialista gordo acostado sobre el micrófono, una nena con sus muñecas mientras la mamá reparte volantes, una alta figura pública explicando innecesariamente qué es una autoparte al propio personal de la empresa que la fabrica.