Las comedias familiares -sobre todo de Argentina- suelen cumplir con su función de llevar espectadores a las salas, pero son mal vistas o ignoradas por el público más exigente. En la mayoría de los casos se tratan de productos estelarizados por celebridades de turno, filmados de manera rápida y desencantada, donde la cantidad de chistes tontos es inversamente proporcional a la calidad de la película. Pero entre todos esos títulos sin corazón ni entusiasmo, es posible rescatar algunos exponentes. Décadas atrás, y sin olvidarse del encargo que tenía entre manos, Adolfo Aristarain les dio algo de vuelo (un poco más de cine, gotas de ironía) a La Playa del Amor y La Discoteca del Amor. De manera similar, Fabián Forte y Nicanor Loreti emprendieron Socios por Accidente y su secuela. Pablo Parés, uno de los pioneros del cine independiente de género argentino, había tanteado el terreno más industrial con 100% Lucha, El Amo de los Clones, en 2009. Ahora regresa, y mejor, al mando de Bruno Motoneta.
Bruno (Facundo Gambandé) es un delivery boy, pero no como cualquiera. Con buen humor, va de un lado al otro con su motoneta, repartiendo productos de la tienda Extraordinarios Objetos, regenteada por su tío (Claudio Rissi, en uno de sus papeles más divertidos). Ese sábado termina su turno temprano y se dispone a juntarse con amigos por la noche, pero surge un último trabajo del día: ir a un laboratorio para retirar un líquido que, supuestamente, revive todo órgano muerto. El tío lo precisa cuanto antes, ansioso por resucitar a su perrito, ahora embalsamado. Pero al volver, se topa con una desgracia: su tía (Mirta Busnelli, siempre estupenda) se decapitó por accidente. Valiéndose de la milagrosa medicina, Bruno reactiva la cabeza, pero no el resto del cuerpo, que desapareció. La búsqueda de un cuerpo sustituto lo involucra en una peripecia tras otra, con aliados y enemigos de naturaleza más que humana.
Lo primero que llama la atención es la presencia de Gambandé y de Candelaria Molfese, quien interpreta a la principal compañera de aventuras del muchacho. Ambos actores formaron parte de la serie Violetta, y Molfese sigue destacándose en Soy Luna. La idea de captar a un público juvenil está muy clara. La película bien podría haberse sostenido por la fama y el carisma de los protagonistas, pero va por más. Desde el principio propone un microcosmos mezcla de barrio porteño y realidad alterna, donde un tónico resucitador puede ser vendido por Internet sin resultar extravagante. El guión permite hacer verosímil el concepto, a través de una historia de aventuras con mucho humor (generalmente de carácter infantil, pero a veces usando juegos de palabras y otros chistes para todas las edades), y elementos de ciencia ficción y terror. Los guiños a Frankenstein y a películas con zombis como El Regreso de los Muertos Vivos y Reanimator permiten guiñarle un ojo al espectador devoto de aquellos clásicos.
Además, Bruno Motoneta tiene fuertes puntos en común con la trilogía Plaga Zombie, que Parés codirigió. Allí también había un grupo de humanos que debía lidiar con cadáveres andantes (y algo más). Al margen del gore, se inscribe más en los géneros de acción y comedia, con personajes distintos entre sí pero dispuestos a jugarse la vida el uno por el otro en un ámbito hostil (esto último, un rasgo habitual en otras producciones dirigidas por Parés, como Filmatrón y la serie web Daemonium). Lo mismo sucede en BM, aunque en clave más delirante y apuntando más a los chicos, evitando insultar su inteligencia. Otro mérito del realizador es el de sacarle el jugo cinematográfico a cada escena, apoyándose en buenos trabajos de cámara, arte y fotografía.
Fabio Alberti, Esteban Prol, Brian Buley completan el elenco de Bruno Motoneta, la nueva demostración de que una película familiar, con un poco de trabajo y dedicación, puede quedar bien de verdad.