Los amigos imaginarios nunca fueron ajenos al cine. Harvey, con James Stewart -y un conejo de casi dos metros que sólo su personaje puede ver-, es el exponente más recordado y emotivo. Películas como El secreto de Cameron, de 1988, propone un acercamiento dentro del género de terror, mientras que Intensamente le daba un lugar especial y hasta lo hacía partícipe de la secuencia más desgarradora del film de Pixar.
En el documental Buscando a Myu, Baltazar Tokman se adentra de lleno en este fenómeno tan propio de la infancia, y desde una perspectiva personal y novedosa.
El punto de partida es Oliva, una nena que pasa las horas jugando con Marita, su amiga imaginaria, al parecer tan pequeña como ella. Emanuel Zaldua (alias Garrik), su padre, que también esun mago y psicólogo, no deja de filmarla. Él la comprende, porque de chico también mantuvo una amistad de esas características con Myu, aunque no pueda recordarlo con claridad. Esa inquietud lo lleva a emprender una investigación exhaustiva. Primero indaga en los casos de otros niños, y hasta de un joven con retraso madurativo. Luego las averiguaciones lo conducen por diferentes terrenos, como la psicología, la neurología, la religión y la parapsicología. Para los psicólogos, la interacción de los chicos con seres de su imaginación es normal y hasta ayudan a fortalecer su capacidad para socializar con otras personas. Por el lado de la religión católica, el link viene por el lado de los ángeles guardianes. Una mirada similar es la de especialista en gnomos y otros seres parecidos. ¿Pero es algo exclusivo de la infancia? Difícil asegurarlo cuando se presenta el caso de un hombre que escribe libros de índole oscura que, según segura, le son dictados por un ente que sólo pueden ver él y algunos de sus familiares.
A través de sus documentales –I am mad y Casa Coraggi, entre otros-, Tokman suele adentrarse en la intimidad de una persona o núcleo familiar, evitando hacer juicios de valor, sin importar detalles delicados que la cámara registra. En Buscando a Myu logra su mejor obra por tratar un tema poco tenido en cuenta y por los recursos elegidos para plasmar su visión. Como en Casa Coraggio, mezcla documental con un registro propio de la ficción (Olivia es hija del director, pero quien representa a Tokman delante de cámara es Garrik). A eso se suman filmaciones en Super 8 y otras más actuales, con una cámara Go Pro, además de una serie de testimonios de especialistas de diferentes rubros.
Al margen del tema central, Tokman también sabe tejer dos subtramas: una, vinculada al mundo de los chicos, con sus juegos y su pureza, y la otra, acerca del padre; al fin y al cabo, sus shows de magia pueden ser interpretados como una manera de sostener ese estado de maravilla que uno experimenta en toda su gloria durante los primeros años de vida.
Buscando a Myu se destaca como experimento audiovisual, demostrando la capacidad del director para ofrecer propuestas cada vez más arriesgadas, y permite reencontrarse con un aspecto de la niñez que ejerce una especial fascinación.