Sin dudas, Cabeza de pescado es un raro exponente del cine argentino, incluso dentro de las películas más anticonvencionales.
Calvino (Martín Pavlovsky) lleva una vida gris. Trabaja como taxidermista, vive con Stella (Ingrid Pelicori), su perturbada mujer. Su hijo padece una extraña enfermedad que convierte a los chicos en peligrosos monstruos buscados por las autoridades. En ese contexto, Calvino conoce a Rosie (Laura Nevole), que le da una inyección de esperanza a su paupérrima existencia. Comenzará una relación entre ambos, al tiempo que la vida familiar del protagonista se pondrá peor.
Con una estética que remite a Cabeza borradora, ópera prima de David Lynch, la directora July Massaccesi cuenta su película en clave de melodrama intimista sobre la ruptura de una familia y la esperanza del amor en un mundo cada vez más polusionado y violento. Calvino dice en determinado momento: “No sé cómo se sostiene el mundo. Es todo tan frágil...”. Un cuidado y exacto trabajo de arte y fotografía, sumado a las muy buenas actuaciones, ayudan a crear una atmósfera lúgubre y desoladora. Es muy acertado el hecho de estar filmada en blanco y negro. Según la directora, “el blanco y negro en la estética es lo que me remite a la desolación; eso que no sabés bien de dónde viene pero en un momento la empezás a sentir. Esa desolación que sienten los personajes en un mundo irreal pero a la vez tan real...”. Sólo se ven el color (verde) la droga justamente llamada Green.
Si bien hay elementos de género fantástico, como los niños mutantes, nunca se los muestra en detalle —sólo garras y porciones de piel—, ya que el foco está puesto en la historia y los personajes.
Luego de ser proyectada en festivales nacionales e internacionales y de ganar premios, Cabeza de pescado por fin puede verse en las pantallas argentinas. Siempre viene bien un film inusual en medio de tanto convencionalismo.
Para leer la entrevista realizada a July Massaccesi en A Sala Llena, cliqueen aquí.