Habitar al prójimo
Las propuestas de corazón sensible para adolescentes suelen pasar bastante desapercibidas en el hiper segmentado mercado contemporáneo porque el grueso del mainstream una y otra vez apuesta a películas gigantescas destinadas a un rango etario mucho más vasto, en esencia debido al miedo irrefrenable que los ejecutivos actuales de los grandes estudios y productoras le tienen a la competencia que representan la piratería y los servicios de streaming, con los cuales cada vez más seguido terminan pactando, condenando de este modo a muchas obras a la no exhibición en salas. Así las cosas, lo que en el pasado eran films con sex appeal masivo terminan enrolados bajo la etiqueta “joven adulto” y enviados a otro de esos nichos a los que se destina poca y nada publicidad en favor de los tanques de siempre que pasan a aglutinar todos los esfuerzos de venta de una industria conservadora.
A diferencia de otros productos adolescentes semejantes, Cada Día (Every Day, 2018) sí cuenta con una premisa de base interesante -cortesía de la novela homónima de 2012 de David Levithan- que fue trabajada con esmero por el guionista Jesse Andrews y el director Michael Sucsy: la historia se centra en la relación romántica que une a Rhiannon (gran desempeño de Angourie Rice), una chica que atraviesa la secundaria, y un ser espiritual conocido simplemente como A, quien se despierta cada mañana en un nuevo cuerpo de una persona de su misma edad que reside en la misma zona que la anterior, una especie de condena aleatoria que lo transforma en un alma en constante transmutación física. Con las dificultades del caso, los dos jóvenes intentan construir un vínculo que va mucho más allá de la apariencia concreta, de los recelos de cualquier tipo y hasta de los géneros sexuales.
Deudora de elementos de Ghost: La Sombra del Amor (Ghost, 1990), Hechizo del Tiempo (Groundhog Day, 1993) y La Dimensión Desconocida (The Twilight Zone), la trama comienza cuando A amanece en el cuerpo de Justin (Justice Smith), el novio negligente y medio bobazo de Rhiannon, la cual lo convence de escaparse del colegio y pasar una jornada juntos que derivará en el enamoramiento de A y el reenamoramiento de la chica, quien de a poco descubrirá y terminará aceptando el hecho de que A se le presenta cada día con una cara diferente, lo que incluye tanto varones como mujeres, y la posibilidad de que el afecto se sostenga sobre todo a escala emocional. La película posee una impronta indie sumamente insólita para un opus de estas características ya que trabaja con suma delicadeza el tópico, abrazando las connotaciones más serias de fondo sin caer en esos diálogos vacuos, lelos o autoparódicos típicos del “Hollywood popular” que quiere sonar siempre canchero, más aún tratando de venderle el convite a los púberes y las mujeres en especial.
Otro detalle extraño del film es que complejiza el sustrato para ir más allá del amor en sí y meterse con la responsabilidad y consecuencias que implica este derrotero incesante de cuerpo en cuerpo, como las reacciones sociales frente a la supuesta “promiscuidad” de Rhiannon, la obligación de A de no perjudicar la vida de cada “recipiente”, la tentación de quedarse más tiempo en algún ser humano y eventualmente reemplazarlo, la desconexión que todo el asunto puede generar a veces y las perspectivas de un futuro para la pareja bajo estas condiciones. En cierto sentido, Cada Día es en simultáneo una feel good movie bien desarrollada desde la adultez y la imaginación y un ejemplo de esta nueva camada de productos del mainstream que pretenden escaparle a la fórmula “chico conoce chica” para incorporar -gracias a un contexto fantástico- dimensiones alternativas de la sexualidad, la necesidad de conocer en serio a la pareja y hasta la idea de habitar al prójimo con vistas a edificar un acuerdo más o menos explícito en el que el cariño sea mutuo y permanente…