La primera película película de ficción de la documentalista Lucía Vassallo es una exploración a través del deseo y una noción tóxica, como llaman ahora a lo que antes se le decía pasional, del amor, que quizás no sea más que el lado más oscuro del deseo. Protagonizada por Sofía Gala Castiglione, la película ahonda en la fascinación irracional que una persona puede generar en otra.
Cadáver exquisito comienza con lo que parece una muerte. La muerte de una mujer, de un cuerpo blanco y fantasmal. Cuando Blanca cae en un profundo y poco esperanzador coma, Clara queda en una especie de limbo de incertidumbre y desconexión. La mujer que la sedujo, la fascinó, con la que creyó tener algo más que el deseo que corroe por las venas, no sólo parecía haberse evaporado sino que le deja un montón de preguntas sin respuestas. En esa búsqueda de identidad, ambas se confunden y el mundo se torna un lugar extraño.
A nivel estructura, en este guion coescrito entre Vasallo y Sebastián Cortés, la película se mueve junto al personaje de Clara (Sofía Gala Castiglione, una de las actrices más talentosas y cautivantes de los últimos años) pero también somos testigos a través de flashbacks de situaciones que giran en torno a Blanca (Nieves Villalba, actriz albina que integra con solidez ese aspecto a la película) de los que ella no sabe nada. Como que en su labor de científica decidió experimentar con su propio cuerpo, sus hormonas y su placer.
Lo que empieza como una historia poco original sobre una pareja que al desaparecer una descubre de la otra parte detalles sospechosos -como mensajes eróticos con otros hombres o enterarse que estaba embarazada-, pronto se va abriendo hacia otros lados. Además, mientras Clara en su buceo sobre esta mujer que se convirtió en un enigma a resolver empieza a actuar como ella, el cuerpo de Blanca genera incluso en su enfermera (interpretada por una desaprovechada Analía Couceyro) una fascinación y enamoramiento inexplicables.
Entre el presente y el pasado pronto comienza a interesar un poco menos todo lo que concierne a Blanca, al misterio que era su vida y su trabajo, y una se queda con Clara, en ese viaje hacia algo parecido a la locura, que se asemeja a un espiral descendente. El guion tampoco termina de profundizar en muchas de las líneas que abre. En el medio hay un rejunte de escenas, incluidas unas secuencias de danza que pretenden perturbar al estilo la Suspiria de Guadanigno, que no terminan de funcionar y descolocan más que otra cosa; para demostrar que la vida de Blanca, cuyo departamento luce impoluto, era un abanico de actividades e intereses pero también para apostar por climas sensoriales más sórdidos. Afortunadamente siempre está ahí Sofía, entregándose con confianza a su personaje y a este juego de dobles y mutación, y a quien el guion sí le permite explorar una mayor gama de matices.
Desde lo técnico, la película es impecable, con planos muy cuidados. La prevalencia del color blanco y las luces generan a veces incomodidad -es poco habitual ver tanta luminosidad en este tipo de películas aal punto que a veces enceguece- y otras intensifica la frialdad y distancia que genera el personaje de Blanca. Porque si bien hay mucho de erotismo, el sexo y el deseo son primordiales en este relato, Blanca siempre transmite frío y distancia, a lo mejor también por una interpretación menos suelta.
Osada y con ribetes que la acercan al cine de terror, Cadáver exquisito le entrega a la cartelera una opción original que no deja indiferente aunque no termina de convencer con una historia que promete terrenos que no termine de explorar o explotar. Es una película con muchas ideas. Vale la pena de todos modos por la interpretación de Gala y porque sitúa a Vasallo con una búsqueda artística interesante… y quizás porque con esa fascinación inexplicable que generan ciertas personas y ciertos cuerpos muchxs nos habremos identificadxs alguna vez.