El nombre de caiçara, una palabra de origen tupí, se aplica en general a los habitantes del litoral brasileño que vivían de la pesca, y en particular designa a las comunidades de la región sur y sudeste que se formaron desde la colonización como resultado de la mezcla de aborígenes y descendientes de portugueses y de africanos. Los hombres que cantan del título son caiçaras, pero su música no es, como podría presumirse, de raíz folklórica, sino sambas, choros, forrós. Su particularidad consiste en que se trata de músicos vocacionales que inventan sus propias canciones sin escribir partitura alguna, poetas populares que le cantan a la naturaleza, traducen sus sentimientos o comentan, a veces en ingenuo tono crítico, las circunstancias de la vida diaria.
Este modesto documental que Francisco D'Intino rodó en Ilhabela, en el litoral paulista brasileño y fue concebido como homenaje a los músicos de América latina se propone dejar un testimonio del trabajo de esos creadores y lo hace tomando como eje a Benedito Izidro de Jesus, llamado Felinho Camarão (1925-1988), inspirado compositor de más de trescientos títulos entre varios tipos de sambas, emboladas y marchinhas de carnaval (un "volcán de creatividad", lo definen) y de quien se conservan algunas piezas, incluida "Vem pequeninho da ilha de São Sebastião", considerado el primer samba caiçara.
Son sus colegas, familiares o amigos quienes lo evocan y muestran sus propias habilidades musicales mientras se esboza una ligera evocación de los cambios sufridos en la isla y se describe alguna representación folklórica como la Congada, dos días de cantos y bailes heredados de la tradición africana y celebrados en mayo con la participación de otras comunidades caiçaras de islas cercanas.
La música simple de estos creadores tiene el encanto de la genuina expresión popular sin afeites, pero es difícil descubrir en ella algún rasgo distintivo de una cultura que el film ve amenazada por la globalización. La belleza de los paisajes es bien aprovechada por la fotografía.