Desolador retrato sobre Brasil Dentro de la muy valiosa iniciativa Encuentros con el Cine Brasileño se estrenó hace pocas semanas Sonidos vecinos, notable película de Kleber Mendonça Filho. La tercera entrega de este plan de lanzamientos de ese origen es con Casa grande, ópera prima de Fellipe Barbosa que aborda temas similares a los de aquel film ambientado en un condominio de clase media de Recife, aunque en este caso se trata de una mirada a la clase alta de Río de Janeiro. Menos inquietante y un poco más obvia y ampulosa que su predecesora, Casa grande tiene todos los elementos de un culebrón televisivo, pero condensados -con bastante inteligencia, es cierto- en los 112 minutos de un film que ofrece un retrato bastante desolador sobre el estado de las cosas en un Brasil que, más allá de sus innegables avances socioeconómicos y de derechos, sigue teniendo una profunda diferencia de clases, un racismo y una descontención que afloran todo el tiempo y muchas veces de la peor manera. El film está narrado desde el punto de vista de Jean (Thales Cavalcanti), un adolescente de 17 años que está a punto de terminar la secundaria y debe prepararse para los exámenes de ingreso a la universidad. En pleno despertar sexual y búsqueda de independencia, choca a toda hora con su tiránico, invasivo, violento, hipócrita y manipulador padre (Marcello Novaes) y, en menor medida, con su hermana menor (Alice Melo) y con su madre (Suzana Pires). Los conflictos, de todas maneras, no son sólo entre padre e hijo. La familia, más allá del inmenso hogar con jardín y pileta al que alude el título (es excelente el primer plano con los créditos de apertura que expone con la cámara fija las dimensiones del lugar), de los varios autos, del chofer y de las múltiples empleadas domésticas, está en plena debacle económica, y esa degradación acompañará a la decadencia moral de los personajes, con la excepción de Jean, quien encontrará en su relación con Luiza (Bruna Amaya), una joven de otro estrato y distinta formación, una manera de salir de ese encierro y de conocer otras realidades. La película aborda -por momentos de manera algo ingenua y subrayada- conflictos muy actuales, como la no siempre fluida integración racial, las contradicciones entre la educación pública y la privada, y la lucha de clases en un país donde la movilidad social y las reivindicaciones masivas han cambiado las dinámicas más tradicionales.
La tristeza no es sólo brasileña La decadencia de una familia acomodada carioca, sin pintoresquismo ni regodeo de favelas. Es una producción brasileña, pero bien podría ser argentina, chilena, peruana... Casa Grande trata sobre una familia que supo estar bien (muy bien), superacomodada, pero que ve cómo entra en decadencia. En realidad, los distintos miembros de esa elite tratan de disimular que los tiempos de bonanza son pretéritos, y la mirada a la crisis económica dispara la social y la interna, dentro de esas más que cuatro paredes de la mansión carioca. Allí vive Jean, un joven que poco a poco comenzará a sufrir los infortunios, los descalabros que Hugo, su padre, no pude remendar. Jean es adolescente, está terminando el secundario y descubriendo el amor con una chica de otra clase social, el sexo con una mucama, su futuro como universitario y una realidad que le estalla en el rostro. Filmada con buen presupuesto, Casa Grande no tiene nada de pintoresco, ni imágenes del Corcovado. Este Brasil que pinta el debutante Felipe Barbosa no es de postal, pero tampoco se regodea con las favelas. Es decir, Casa Grande escapa a los parámetros en los que se suele mover el cine brasileño for export. El filme va pivoteando entre Jean, su padre y su madre, y cómo la mentira no puede taparse con más embustes o falsedades. El engaño es como una manta corta. Jean se ve obligado a tomar el bus para ir a su colegio privado cuando su padre echa a Severino, su chofer (y le dice a Jean que se fue de vacaciones). Y comienza a enfrentar un mundo que desconocía. La película también enjuicia, pero sin el dedo en alto, los valores que se pierden cuando lo que se extravía es la cordura, al margen del dinero. Al ser el protagonista un adolescente, el espectador entiende de movida que algún arranque, un desborde puede suceder. Barbosa no se deja llevar por impulsos, ni propios ni los de los personajes. Sabe cómo mantener el relato en sus cabales, apuntando a lo íntegro y no a lo superficial. Las actuaciones son todas más que correctas en este filme que merecía una difusión y salida comercial más amplia que la que está teniendo en nuestro país.
Cine brasileño, dirigido por Fellipe Gamarano Barbosa, que muestra a través de la decadencia económica de una familia adinerada una clase acomodada que pierde privilegios pero no prejuicios y el despertar de un adolescente. Un poco extensa pero interesante.
El esfuerzo de Felipe Barbosa en “Casa Grande” (Brasil, 2014) por lograr un fresco intenso sobre la problemática social y las diferencias de clases en su país es tan grande que termina por naturalizar algo que podría haber sido artificial. En la película el escenario principal es una vivienda ostentosa que claramente contrasta con la realidad de los vínculos que fuera de ella se forman y sobre los que intenta mantenerse alejada. Jean (Thales Cavalcanti) es el único que al menos intenta estar informado y poder convivir con la realidad de otra manera, debatiéndose entre la obligación de mantener relaciones en un cabaret obligado por su padre (Marcello Novaes) y de intentar buscar el acercamiento a su empleada doméstica Sonia y Liza (Bruna Amaya). Su madre también (Suzana Pires) también vive alejada de lo que pasa realmente en Brasil y cree que en el contacto diario con sus empleadas podrá al menos acercarse a una otredad que de alguna manera la complementa. Barbosa bucea en lo íntimo de la familia para hablar de no sólo el estado de crisis y desigualdad de clases, sino que también abre el juego para poder comprender que no importa el dinero a la hora de generar conciencia de clase. Un debate planteado a través de escenas incómodas en las que la cámara sólo registra momentos de acercamiento para librar a la imaginación de los actores su prosémica y así también complementar. Porque en cada escena en la que Jean (Cavalcanti) intenta desapegarse de los duros esquemas familiares y, principalmente, los prejuicios de clase, se vislumbra una toma de posición clara por aquellos que menos poseen materialmente, pero que son aquellos a los que el joven decide seguir y escuchar. El fuerte adoctrinamiento desde lo verbal de la familia, comenzando con una madre que intenta hablar todo el tiempo de moral cuando dentro de esa “Casa Grande” las escenas de corrupción y, principalmente, de especulación financiera, se multiplican, y de un padre (Novaes, que sorprende con una soberbia actuación completamente diferente a las que viene haciendo en novelas) que no sabe cómo enfrentar un posible cambio de estado social. La película deambula entre la denuncia social y el documento de una realidad que muchas veces se escapa en el cine, y que en el caso de Brasil está mucho más ligado a la televisión, en donde a través de estereotipos bien marcados, la grieta entre los ricos y los pobres es mostrada en narraciones reiterativas y ligadas al discurso amoroso. En el caso de “Casa Grande” la incongruencia de estilos de vida, como así también la imposibilidad de movilidad social, son el material sobre el que se cuenta la historia de Jean, tan repartido entre ambos estamentos que siente la imperiosa necesidad de escoger uno de ellos para su vida.
El primer largo de ficción de Fellipe Barbosa es a la vez un coming age y el retrato de la decadencia de una familia de la alta burguesía carioca. Jean, el protagonista, tiene 17 años y está rompiendo el cascarón. Él comienza a ir a la escuela en bus y de esta manera empieza a establecer vínculos que van más allá de su pertenencia social. En uno de sus viajes en colectivo él descubrirá una de las múltiples mentiras de su padre para intentar disimular la caída familiar. Casa Grande es un filme notable por su solidez narrativa e inteligencia, pero fundamentalmente es interesante pensar esta película como el ocaso de una forma de entender la sociedad brasilera representada por ese padre de pensamiento clasista y reaccionario que no tiene forma de esconder ni menguar su declive.