El cine cordobés fue abriéndose camino gracias a una serie de películas personales, muy propias de esas tierras y, al mismo tiempo, muy universales. Primero tuvieron su vidriera principal en los festivales de cine, pero de a poco fueron llegando a las salas comerciales de toda la Argentina. Uno de los directores más destacados y más prolíficos de este movimiento es el sanjuanino Rosendo Ruiz. A partir de la comedia De caravana, y pasando por películas como Tres D y Camping (surgida de un taller dictado por el director), el público más especializado se fijó en él y cada nueva creación genera expectativa. Casa propia es su más reciente opus, y uno de los más dramáticos y maduros de su filmografía.
Alejandro (Gustavo Almada) tiene cuarenta años y se gana la vida como profesor secundario de Literatura. Vive con la madre (Irene Gonnet), quien padece cáncer de pulmón, y mantiene una relación inestable con su novia (Maura Sajeva), a su vez madre de un chico. Su relación con la hermana es tensa, sobre todo porque no logran ponerse de acuerdo para cuidar a la madre cuando tiene recaídas. Y en medio de todo esto, la búsqueda de un pequeño departamento que pueda alquilar y que no resulte demasiado costoso, de un espacio suyo, lejos de la locura que lo rodea.
La cámara sigue las peripecias de Alejandro, un personaje que acarrea un tormento interno canalizado a través de relaciones sexuales (con novia o mediante prostitutas o amigas) o de actitudes más violentas. Evitando caer en sobreexplicaciones y lugares comunes, el guión de Ruiz y del propio Almada cuenta la historia de una crisis, de alguien que está estancado económica y moralmente, y de lo difícil que es salir de esa situación cuando ya no se es tan joven. También da a entender la frustración por un sueño nunca concretado, referido a la creación literaria, y que sí parece materializarse para su único amigo.
La actuación de Almada es exacta al transmitir la cara más visible de Alejandro y su padecimiento interior. Lo acompaña un muy buen elenco, donde sobresale Irene Gonnet y su capacidad para hacer creíble a una madre que también pasa por una situación difícil y tiene problemas para comunicarse con el resto. El director despliega planos secuencia que facilitan el lucimiento de cada uno de sus intérpretes.
Casa propia no condena ni idolatra, ya que Rosendo Ruiz se preocupa por plasmar las complejidades del ser humano y los problemas que debe enfrentar en la vida cotidiana, y que parecen complicarse llegando a una cierta edad. Al mismo tiempo, confirma que el cine cordobés ya debería escapar de las etiquetas y las modas, que desde hace años es un asunto serio.