Con los últimos años de invasión absoluta de contenido para adolescentes, cada vez escucho más quejas de la falta de argumento, de la poca delimitación de personajes y demás. Cazadores de sombras es una saga teen y a esta altura todos están sabiendo eso.
No se salva de algunos lugares comunes que corresponde pensar, sobre todo por lo que pide el género fantástico. Mal que muchos hablen de este tipo de productos, la verdad es que las taquillas revientan con su presencia y los fans siempre están en aumento.
Como me rehúso a pensar que la gente es menos inteligente que yo, todas las veces voy con el menor prejuicio posible y sin interés en compararlas con clásicos o grandes películas. Esa es mi postura frente a este tipo de contenidos, y mi reseña está tachada con él.
La película cuenta la historia de Clary (Lily Collins), una adolescente que no tiene la mejor relación con su madre (Lena Headey) y ha crecido sin su padre. El barrio de Brooklyn parece el lugar menos factible para que algo suceda pero ella un día empieza a tener testimonios y pruebas de la existencia de otro tipo de realidad a partir de un símbolo recurrente que no llega a decodificar pero que es la puerta a este mundo paralelo.
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Los cazadores de sombras tienen como misión mantener el equilibrio entre los mundos, lo que implica que el submundo debe estar en un lugar (o sea, los lobos con los lobos, las hadas con las hadas y los vampiros con los vampiros), los demonios lejos y los ángeles, que rara vez aparecen, siempre terminan siendo tanto o más peligrosos que los demás.
Todo esto sin que los humanos comunes y corrientes lo veamos.
Sí, es exactamente Constantine para teens. Como si asumir su identidad, que su madre desaparezca en un hecho violento y que la chica crea que está al borde de la esquizofrenia fuera poco, también está en la duda de si dejarse llevar por lo que siente por un cazadorcito llamado Jace (Jamie Campbell Bower) y lastimar a su mejor amigo Simon (Robert Sheenan), que claramente muere por ella. Amén de lo fascinante que resulte Jace, será la introducción a ese mundo el que invitará al cambio de Clary. Lily Collins interpreta al personaje principal.
Para los que tengan dudas, sí, es la hija de Phil. Gana mucho por ser preciosa y en la química que tiene con Campbell Bower que además es su pareja en la vida real, pero como Clary se muestra en una constante cara de constipación al borde del llanto que espero que con el tiempo desarrolle matices para no convertirse en la extensión de Kate en Lost. Jamie Campbell Bower fue muy cuestionado en su elección para Jace pero logró tener esa combinación de ego y vulnerabilidad que deja con ganas de mayor desarrollo.
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Pero los aplausos son para los secundarios: desde Lena con su belleza imponente interpretando a Jocelyn, pasando por Jonathan Rhys Myers con su magnetismo haciendo de Valentine, hasta el desconocido Robert Sheenan que le da vida a un adorable Simon.
Siendo la primera entrega, por momentos la introducción es lenta y agónica y, para alivianar el peso, tal vez muy plagada de esos chistes fáciles para cortar el ambiente. Si bien tiene muchísimo dinero invertido en efectos, nos plagan de trucos un poco empalagosos que no terminan de crear ese ambiente apocalíptico que la historia pide.
Digamos, menos bonito y más sórdido. Al musicalizador hay que regalarle unas cucharadas de buen gusto y no dejarlo caer en lo obvio de utilizar música con mucho ritmo para coreografías de peleas y una música más bien épica para subrayar situaciones dramáticas, como si fuera que el espectador sino no lo entendería.
Habiendo dicho esto, el resultado final no es inferior a otras sagas de su tipo (exceptuando algunas entregas de Harry Potter que son muy buenas) y confieso haberlo pasado mucho menos mal que mis colegas. Espero más de esta saga porque disfruté los libros. Esperemos a ver qué más trae.