Innecesaria arqueología fílmica
Atracción fatal fue un éxito, pero no fue pionera. Los thrillers de obsesión romántico-sexual (o metejones enfermizos) vienen de antes. El maestro Clint Eastwood ofreció como ópera prima Play Misty for Me (Obsesión mortal, 1971), una de las mejores de este subgénero, que supo tener su momento de mayor éxito a fines de los 80 y principios de los 90, y que mayormente cayó en las groserías y chapucerías estilísticas de la película del conejo y de Durmiendo con el enemigo, por ejemplo.
Como si no hubieran pasado décadas, Rob Cohen -el director de la primera Rápido y furioso- acomete, con Cercana obsesión, un retro thriller al modo de principios de los 90. Jennifer Lopez tiene un hijo adolescente, está separada pero no divorciada de un marido que la engañó, es profesora de literatura clásica y aparece un vecino joven en camiseta blanca en modo del Brando de Un tranvía llamado Deseo. Y se viene lo que ya sabemos que se viene.
Jennifer Lopez (1969) tiene un físico privilegiado y la cámara explota desvergonzadamente sus curvas al principio, cuando la película parece jugar levemente con su propia insignificancia, con su montaña de momentos automatizados. Lamentablemente, la media hora final es un tsunami de desgano industrial que incluye un final desesperantemente parecido a los que ocurrían hace más de 20 años, con tal cantidad de elementos en común que bien podríamos estar frente a una parodia. Pero no, simplemente se trata de un extraño caso de innecesaria arqueología fílmica.