Cuesta abajo
En general el Nuevo Cine Argentino se había dedicado hasta ahora a narrar historias lánguidas de personajes un tanto anémicos y de ligera a extremadamente aislados del mundo, la sociedad, la pareja, la familia. Habitantes anónimos de una ciudad barrial, estos personajes vagaban sin rumbo y muchas veces casi sin hablar. Cerro Bayo intenta seguir otros caminos: no solo no está filmada en Buenos Aires (el Nuevo Cine Argentino es, en buena medida, Nuevo Cine Porteño), sino que está protagonizada por una familia.
El cine argentino, en general, no es ajeno a las "historias de familia". Del cine clásico a esta parte, buena parte de los valores defendidos por la industria nacional tenían en su centro a la familia. Pero la década del noventa cortó con eso, más todavía en la década del 2000. Sin embargo, este año habíamos visto ya un nuevo intento de "comedia familiar" dentro de un cine que podríamos considerar mainstream: Los marziano, gran película de Ana Katz, que se animó a entrar en el territorio del gran cine industrial, supo trabajar con estrellas de larga trayectoria (Puig, Francella) y le hizo frente a toda esa tradición costumbrista que tan bien enterrada estaba. El resultado fue una maravilla.
Partiendo de lugares muy diferentes, Cerro Bayo no responde a un intento de dar nuevos brotes a aquel viejo tronco. No nace de la tradición del cine nacional sino de la tradición (a estas alturas, ¿de qué otra forma podríamos llamarla?) del Nuevo Cine Argentino. Sus personajes son Nuevo Cine Argentino, solo que esta vez vienen atados de a familia. Inés Efrón y Nahuel Pérez Biscayart llevan esa tradición cinematográfica inscripta en sus cuerpos.
¿Qué significa que esta sea una familia Nuevo Cine Argentino? No solo que sus miembros parecen deambular un poco erráticamente (a pesar de que tienen objetivos materiales concretos), que hablan "como todos los días", que nunca suben demasiado el tono de voz, sino que se oponen a una "idea moral" de la familia. Sí, hay hermanos, hay hijos, hay tíos, hay cuñados, pero no encontramos en el universo de Cerro Bayo ninguna idea como "la familia es lo primero" o "siempre podés contar con la familia". Al contrario, enchastrada de eso que algunos llaman realismo, esta película intenta ser "cruda", "desapasionada". Lo vemos desde el principio: el suicidio (que nunca se explica) de la abuela cierra toda posibilidad de familia. La matriarca ha muerto y su prole debe vagar por el mundo (un mundo chico, como Villa La Angostura, pero mundo al fin).
Alrededor de esta idea de "no familia" hay historias de ambición (una ambición chica, como el pueblo, que parece que para lo único que sirve es para que uno escape de él). También hay una cierta sexualidad fría, encarnada por Efrón y su orgasmito que retumba sobre una toma del lago y las montañas. Hay un poco de nieve, charla sobre el clima.
El principal problema de Cerro Bayo (tan Nuevo Cine Argentino) es que sus personajes son tan chiquitos que no nos interesan. La película arranca, cada personaje dice cuál va a ser su única preocupación definitoria (el chico quiere ir a Europa, la nena quiere un orgasmo, la tía quiere plata, el padre también, la madre llora) y el resto de la película es seguirlos de un lado al otro hasta que finalmente pasa lo que sabíamos que iba a pasar: todos quedan insatisfechos porque esta es una historia "realista", porque así es la vida.
Cerro Bayo intenta alejarse de cierta tradición del cine de familia argentino, pero se opone tanto a él que al final parece espejarlo. Acá no hay "domingos en familia" con pasta y sonrisas, no, lo que hay es lo opuesto: gente fea, "como nosotros", condenada a vagar sin rumbo.