Alentadora obra del cine nacional.
Cuando una película no tiene más pretensiones a las que puede aspirar y posee una idea sólida y concreta, siendo que su fin es relatar una historia de manera prolija y cinematográfica, queda en claro que en Argentina se pueden producir films de muy buen nivel. Este es el caso de Cerro Bayo, la nueva obra de Victoria Galardi.
El film, que transcurre en la localidad patagónica de Villa La Angostura, nos presenta a la conflictiva familia de Marta (Adriana Barraza), una mujer totalmente solidaria que deberá enfrentar la situación de que su madre quede en coma tras un intento de suicidio; a su alrededor estarán su marido Eduardo (Guillermo Arengo), sus hijos Inés (Inés Efron) y Lucas (Nahuel Pérez Biscayart), y su hermana Mercedes (Verónica Llinás), los cuales piensan más en sus egos personales y propias necesidades antes de enfrentar la circunstancia que los incumbe.
Como había hecho Lucrecia Martel con La Ciénaga, Cerro Bayo abarca mayoritariamente el tema de la familia; muestra la tragedia y lo siniestro del interior de cada personaje, pero también se da un espacio para pequeños toques de esperanza, que serán los que cumplan la función de mantener el equilibrio entre el drama y la comedia. Otro argumento importante de la historia es la vida en el pueblo, y todo lo que eso implica, desde el sentido de pertenencia del lugar hasta el deseo de fuga y el buscar otro destino en una gran ciudad.
Lo que más se resalta del film de Galardi es la dirección de actores y las interpretaciones en sí: cada personaje esta muy bien logrado, resulta creíble dentro del contexto en el que habita y por sobre todas las cosas hay que decir que todos ellos dan la sensación de realidad, de ser individuos comunes que confrontan relaciones completamente verosímiles.
A comparación de Amorosa Soledad (película anterior de la realizadora), dónde apenas se reflejaba una comedia ligera que terminaba resultando agradable; en Cerro Bayo se puede deslumbrar un cine mucho más maduro. Los tiempos del relato están correctamente establecidos a lo que pide la obra, que da la sensación de tener un tinte más europeo, entre su composición de planos largos e imágenes pausadas. El film de Galardi es más de situaciones que de acciones, pero cada una de ellas está tan bien desarrollada que no deja huecos en un hilo narrativo que por momentos resulta impecable.
Otro punto a favor de la película es la solemne fotografía de Julián Ledesma, que entre pictóricos planos generales de la bella Patagonia hace del encadenamiento de imágenes un mundo fílmico innegable; todo esta bien manejado como son los climas del film que mantienen constantemente los acontecimientos dramáticos, que ayudados por la música, la cual esta compuesta de silencios en gran parte de la obra, provocará cuando surgen las primeras melodías un justificado golpe de efecto en la narración.
Cerro Bayo deviene en un film muy bien desarrollado en la mayoría de sus aspectos, que a través de la gran madurez que demuestra Galardi en la realización, deja un saldo alentador respecto a lo que se puede crear en el universo del cine nacional.