Del ridículo y otras vergüenzas
Dos policías completamente incompatibles, un caso de corrupción dentro de las fuerzas policiales, humor negro, sexo, drogas y un rejunte de mediocridad muy difícil de digerir.
Cuando se decide entrar al cine a ver una película como Chips: Patrulla motorizada recargada, uno puede esperar que no estará presenciando la octava maravilla del celuloide; pero cuando el resultado es tan desastroso como este caso, cuesta recuperar la fe en el séptimo arte.
La película está basada en la serie homónima estrenada en los años 70, por lo que, quienes la hayan visto, conocen la historia: dos policías, Jon Baker (Dax Shepard), un amateur que busca probarse ante las autoridades para que decidan darle el título de oficial (por más que no sabe ni manejar un arma y su situación matrimonial está al borde del colapso), y Frank Poncherello (Michael Peña), un agente del FBI encubierto que busca desbaratar una banda de delincuentes dentro del mismo departamento policial, además de pasar gran parte de su tiempo libre teniendo sexo con cuanta fémina se le cruce. Hasta aquí, nada novedoso, el desastre viene después…
Todas y cada una de las escenas están filmadas de una manera que a veces cuesta seguirles el ritmo, no por lo complicadas que sean, sino porque no se entiende nada de lo que está pasando. La cámara en constante movimiento, dando la sensación de “turbulencia”, no hace más que dejar al descubierto todas las falencias de esta vergüenza, como si algo pudiera aportar a la nada misma que se está viendo.
Si quisiera buscar algún aspecto positivo y tratar de poner la mejor buena voluntad posible, no se me ocurriría ningún motivo como para calificar esto como una comedia, porque nada, absolutamente nada, está en su lugar como para hacer reír a alguien.
Empezando por la dirección del mismo Dax Shepard, algo lamentable y penoso, digno de un film que se dice cómico, mezcla policial, mezcla ridiculez y cualquier cosa menos algo que se base en una historia concreta y entendible.
Ni siquiera el humor negro está bien utilizado, y eso que el mismo no es necesario incluirlo de una manera magistral, pero al menos tendría que amoldarse de un modo que provoque risa, o algo que se le parezca. Como si solo alcanzara con mostrar mujeres desnudas y los degenerados de siempre para que todo encuadre, no importa el guion, no importa la música, no importa ni siquiera las actuaciones, que pareciera ser que la película fuese una excusa y todos están ahí solo para reírse de ellos mismos.
Esta película es un chiste, pero no de los buenos. Insalvable por donde se la mire, sin el menor atisbo de picardía o comicidad digno de las series setentosas o las duplas clásicas que marcaron la pantalla chica. Esto no es comedia, es cualquier cosa menos eso. Por más que el único que puede iluminar un poco con su gracia sea Michael Peña, no alcanza y todo queda a mitad de camino.
Los reboots a esta altura pisan en terreno pantanoso, no todos gozan de la misma salud, y éste es uno de los mejores ejemplos.