El camino hacia el perdón
Los eternos conflictos en Irlanda del Norte han sido históricamente examinados por el cine con resultados varios, no obstante en muchas ocasiones predominaron las caricaturas socio- políticas volcadas más hacia el melodrama facilista que al retrato verídico de los acontecimientos. De hecho, sólo hace falta recordar algunos ejemplos muy opuestos en cuanto a rendimiento se refiere: pensemos en las excelentes En el nombre del padre (In the Name of the Father, 1993) y El viento que acaricia el prado (The Wind That Shakes the Barley, 2006) por un lado, y en las fallidas El precio de la libertad (Michael Collins, 1996), Enemigo íntimo (The Devil's Own, 1997) y Golpe a la vida (The Boxer, 1997) por el otro.
Recuperado de aquel mal paso profesional que fue Invasores (The Invasion, 2007), el realizador Oliver Hirschbiegel una vez más saca a relucir su eclecticismo con la intensa Cinco minutos de gloria (Five Minutes of Heaven, 2009). Aquí nos presenta la trágica historia de Joe Griffin (James Nesbitt) y Alistair Little (Liam Neeson), dos hombres que terminan enfrentados tanto por el contexto bélico como por el mismísimo azar. En un 1975 crispado por la violencia de los nacionalistas católicos, los unionistas protestantes y la milicia británica, un joven e inexperto Little, miembro de la Fuerza Voluntaria del Ulster, mata al hermano mayor de Griffin desencadenando una serie de fatalidades en la familia.
Con apenas once años a cuestas, Joe presencia estupefacto lo ocurrido, una suerte de advertencia para amedrentar a los civiles católicos del distrito. Luego de 33 años, incluida una condena de 12 para Alistair, un programa de televisión ofrece gestionar un encuentro entre ambas partes en otro de esos intentos de los medios en pos de “espectacularizar” la realidad. Mediante un trabajo de cámaras en verdad admirable y un pulso narrativo que se mueve constantemente entre la angustia y la quietud, el director recrea el guión de Guy Hibbert imponiéndole un bienvenido tono seco, similar al de Hunger (2008) y Domingo sangriento (Bloody Sunday, 2002) pero mucho más minimalista en su enfoque general.
Desde ya que resultan decisivas las interpretaciones de Liam Neeson y James Nesbitt, dos actores magníficos de los que no siempre se saca partido (el primero poseedor de una carrera bastante errática y el segundo interesado sobre todo en la pantalla chica). El dúo protagónico hace de la gestualidad de raigambre teatral su principal herramienta para así construir un maravilloso verosímil en donde priman la sinceridad, el rencor acumulado, la sed de venganza y el escabroso camino hacia el perdón. Hirschbiegel recupera el nivel de La caída (Der Untergang, 2004) y El experimento (Das Experiment, 2001) con un film humilde aunque poderoso en términos ideológicos, de una férrea impronta conciliadora.