Ahora sí. Después de tanta expectativa generada entre las fans, quienes estaban muy ansiosas por la llegada de esta película (desde el inicio de la producción se hicieron oír cuando se eligió a la dupla protagónica), por fin llegó el día en el que “el Señor Grey las recibirá a todas”… en las salas de cine obvio.
La esperada adaptación cinematográfica de la primera novela de la trilogía literaria escrita por la británica E.L. James que se ha convertido en un fenómeno mundial, hay que juzgarla por lo que es (una película basada en un libro “exitoso” o “popular”, cuya narrativa es fallida) y no entrar demasiado en las polémicas que han surgido en cuanto a su temática de fuerte contenido sexual (prácticas que involucran esclavitud/disciplina, dominación/sumisión, sadismo/masoquismo) y con justa razón.
No se trata de una historia romántica, al menos no una típica (aunque tal vez haya algo de eso entre estos amantes, muy, pero muy en el fondo). Christian Grey (interpretado por el irlandés Jamie Dornan) no cree en eso; cree en ejercer el control en todo, por tanto es dueño de Anastasia Steele (papel a cargo de Dakota Johnson, hija de Melanie Griffith y Don Johnson).
Su relación se inicia cuando esta inocente -y aún virgen- joven estudiante de literatura entrevista al guapo, pero enigmático e intimidante millonario como favor a su amiga Kate (Eloise Mumford), para el periódico universitario. Él queda super enganchado y fascinado. Ella también, pero Christian le confiesa sus gustos sexuales muy singulares. De haber una relación, será bajo los propios términos de este hombre retorcido y traumado que carga “50 sombras de locura”.
Es así que le propone a Anastasia un acuerdo de confidencialidad y un contrato que especifica su relación, puramente sexual, de dominación/sumisión. El film, va desarrollando la negociación de ese contrato mientras ella experimenta con Christian, en el “cuarto de juegos”, lo que estaría a punto de firmar. No le gusta que lo toquen, que lo miren a los ojos. Cosas como “no soy del tipo romántico” y “no duermo en la misma cama con nadie” son algunos de los puntos a tratar, sin mencionar los otros, claro.
En cuanto a las escenas puramente de sexo, son cuatro y entre todas suman aproximadamente 15 minutos, de los 125 que dura la película. Sí, hay un poco de todo y están filmadas con cierto cuidado por la realizadora Sam Taylor-Johnson. Hay explícito (pero no como en el libro) y hay sugerencias.
Hay cosas que se ven y cosas que no. Podemos decir que la que más se jugó fue Dakota Johnson, quien además de mostrar todo, es la que mejor se desempeñó actoralmente (no me refiero sólo al sexo), mostrándose un poquito superior al de Dornan, quien -además y por contrato- pidió no mostrar su miembro masculino. Hay latigazos, ataduras, esposas, palos, vendaje de ojos, castigos y sometimientos entre el amo y la esclava. Es más lo que se habló que lo que se ve.
Creo que no importa qué digamos nosotros y el resto de los críticos sobre este fenómeno literario que le generó mucho dinero a la señora James y que ahora se trasladó a la pantalla grande. La última palabra la tienen los fans, en su mayoría mujeres, que están a la espera de conseguir alguna entrada (el éxito de pre-venta fue impresionante) para ver a estos dos personajes cobrar vida en esta producción bien dirigida por la realizadora de cortos y directora de “Nowhere Boy”, quien hasta incluso corrigió algunas fallas de la novela. No está tan mal.
Con la confirmación de las dos respectivas secuelas del film, se espera que la segunda entrega sea muchísimo mejor, ya que “50 Sombras Más Oscuras” es en donde se desarrolla el verdadero “conflicto” de toda la saga.